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Entrevista:

"La reforma sigue adelante sin vacilaciones ni cambios"

A pesar del fracaso electoral, en los despachos de la Plaza Vieja, en donde se encuentra la sede del Gobierno de Moscú, se respiran aires de victoria. A las siete de la tarde, los ocupadísimos ministros entran y salen del despacho de Yegor Gaidar, de 37 años, viceprimer ministro y padre de la reforma económica radical que ha empujado a una parte de los rusos a los brazos del líder ultranacionalista VIadímir Zhirinovski. Pero ahora que Borís Yeltsin ha declarado públicamente que Gaidar seguirá en el Gobierno, este político ha vuelto a encontrar la seguridad y la serenidad de siempre. Sentado detrás de su escritorio de madera oscura anuncia que, a pesar del resultado electoral, el Gobierno de Moscú no ha cambiado de proyecto: "La reforma sigue adelante, sin vacilaciones ni cambios".Pregunta. Las elecciones de diciembre han evidenciado el fuerte hastío de la población respecto a la política del Gobierno. En estos casos, los ministros dimiten o proponen modificaciones de la línea política. ¿Por qué han elegido la vía opuesta?

Respuesta. Estas han sido las primeras elecciones libres multipartidistas en Rusia. Los diputados demócratas en el nuevo Parlamento son más numerosos que en el pasado, por lo que nuestra posición ha salido reforzada. Además, la Constitución que acaba de aprobarse transforma a Rusia en una república presidencial. El presidente se convierte en jefe del Ejecutivo, forma el Gobierno para dirigir la política por la que el pueblo le ha elegido. Yo habría dimitido sólo en el caso de que se hubiera producido un cambio sustancial de la política gubernamental.

P. Al día siguiente de las elecciones, el primer ministro Chernomirdin declaró que se debe abandonar la terapia de choque y Yeltsin añadió que es necesaria una política que atienda a los problemas de las clases con menos recursos.

R. En primer lugar, en Rusia no se ha llevado nunca a cabo una verdadera terapia de choque. Ha habido medidas radicales, pero es ridículo hablar de choque. En segundo lugar, las transformaciones radicales, como por ejemplo la liberalización de los precios, son necesarias sólo una vez y no hay por qué repetirlas. Tercera cuestión: la protección social. Por ahora estamos pensando en modificarlos métodos de distribución de las pensiones y de las ayudas familiares para que sean más eficaces y directos respecto a las capas sociales más necesitadas. Habrá también una reestructuración del Gobierno. Y si logramos obtener resultados positivos en el control de la inflación, logrando la estabilización del presupuesto entre marzo o abril, nuestras posibilidades de maniobra serán mayores. Lo que no se prevé es un relajamiento de la tensión respecto a la política financiera. No es éste el problema, sino la continua necesidad de lograr determinados acuerdos.

P. Por tanto no habrá cambios en los próximos tres o cuatro meses.

R. Nuestra línea está clara: modificar la política financiera y monetaria produciría consecuencias bastante negativas para nuestra economía. Esto no quiere decir que estemos completamente satisfechos. La creación del mercado, en especial el alimentarlo, es demasiado lenta. Demasiado lentamente se han eliminado los restos del control estatal. La política antimonopolio no es adecuada a las necesidades. No se ha incentivado la creación de empresas pequeñas y medianas. Se han eliminado demasiado lentamente los subsidios y los créditos a las empresas no productivas.

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P. Muchos, sin embargo, han tenido la impresión de que tras las elecciones, con la aparición en la vida política. rusa de Zhirinovski, la evolución de la situación es completamente imprevisible.

R. No mucho más de lo que era en septiembre, antes de la disolución del Parlamento. Sin duda el nacimiento de fuerzas nacionalistas es tan peligroso como inoportuno, pero no tiene efectos directos en los cimientos del poder.

P. Pero sin una actividad legislativa coherente no será fácil llevar a cabo estos proyectos. ¿Cómo piensan organizar el trabajo en el Parlamento?

R. Los problemas serán bastante graves. El Parlamento será un organismo dividido, con un grupo radical compuesto por comunistas y otros partidos cercanos a ellos en ideología y un grupo fuerte ultranacionalista. Estos dos grupos podrán bloquear con facilidad la adopción de medidas y leyes útiles para el país. Pero no hay que olvidar que nosotros somos un grupo parlamentario fuerte y que el presidente tiene grandes poderes. Los nacionalistas no están en el Consejo de la Federación, por lo que será posible frenar en esa sede las tentativas más extremistas y peligrosas. Además, a pesar de las diferencias, nosotros podemos formar una coalición sobre muchos puntos con el partido de Yablinski, Shajrái, y, quizás, con el de las mujeres.

P. El Parlamento estará en vigor durante sólo dos años. ¿No tienen miedo de que se use este periodo como una larga campaña electoral?

R. Nuestro destino y el resultado de las próximas elecciones dependen de lo que seamos capaces de hacer en los dos próximos años. Yo estoy convencido de que cualquier vacilación en el campo económico está lleno de graves peligros. En septiembre, cuando la inflación alcanzó un nivel crítico, tuvimos que realizar una restricción monetaria. Una política tan dura inmediatamente antes de las elecciones produce siempre conflictos sociales e inestabilidad política. Pero no teníamos otra elección, ya que en 1993 nos vimos obligados a respetar demasiados compromisos, y, además, la inflación había crecido demasiado. Tuvimos que interrumpir las subvenciones estatales para el pan, los créditos a las industrias, a la importación, etc. Sin embargo, ahora ya es tán sentadas las bases de la estabiliza ción. Y por tanto, después de haber pagado un precio político tan alto, o tratamos de reducir al máximo la inflación para permitir las inversiones, el ahorro, la producción y llegar a las elecciones en 1995 con una economía saneada, o, por el contrario, nos dejamos llevar por el miedo, cambiamos de dirección y nos precipitamos en la inflación galopante para encontrarnos nuevamente en la si tuación de tener que adoptar medidas duras o renunciar al mercado.

P. Después de la victoria de Zhirinovski, en Occidente se ha alzado un coro de voces críticas contra la Administración americana por haber apoyado la política del presidente Borís Yeltsin.

R. No quisiera sobrevalorar el papel de Occidente en la política rusa. En realidad, lo que sucede aquí depende de Rusia. Pero si realmente se quiere apoyar a nuestro país en esta fase tan difícil se debería pensar no tanto en una ayuda financiera cuanto en la eliminación de las barreras para la entrada de nuestro país en el mercado internacional: la exportación de uranio, por ejemplo, que se ha discutido desde los tiempos de George Bush. Además, necesitamos que empiecen a crearse relaciones económicas paritarias con el mundo occidental en las que se tengan en cuenta los intereses reales de todas las partes.

P. ¿Piensan poder solucionar el desempleo, el cierre de empresas y los conflictos sociales?

R. Por desgracia, no. El desempleo ya existe. Y es un desempleo importante si te nemos en cuenta el empleo clandestino, no oficializado, la reducción de las horas de trabajo, las vacaciones obligatorias, etc. Todos estos factores serán un grave problema para la reforma estructural de nuestra economía. En Rusia la relación entre el patrón y los trabajadores no se basa exclusivamente en factores económicos sino paternalistas, casi familiares.

P. Usted, por tanto, afirma que Rusia está entrando hoy en la fase más dura y dificil de la reforma, mientras que en las altas esferas tiene que vérselas con un Parlamento enemigo, legitimado por el reciente voto popular; un presidente elegido en 1991 cuando todavía existía la URSS, y un Ejército que no esconde una cierta simpatía por las tesis de Zhirinovski y de los comunistas. ¿Hay realmente motivos para ser optimistas?

R. La Constitución existe. El presidente ha obtenido un voto de confianza en 1993. Sus poderes son grandes. Los demócratas tienen fuerza en el Parlamento. La situación es grave, estoy de acuerdo, pero ¿cuándo ha sido fácil?

La Repubblica / EL PAÍS

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