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PALESTINA, AÑO CERO

El derrotismo entra en los asentamientos

Los colonos judíos pierden el miedo a decir abiertamente que quieren volver a Israel

Hasta ahora, sólo los resultados de los sondeos indicaban que una tercera parte de los colonos judíos instalados en Cisjordania y Gaza estaban dispuestos a abandonar los asentamientos en territorio ocupado y volver a Israel si recibiesen indemnizaciones que compensaran el abandono de sus puestos de trabajo y sus viviendas. Pero los colonos que no tienen intención de vivir bajo la autonomía palestina ya no tienen miedo de dar la cara y admitir que quieren volver a Israel.Además de crear una asociación, varios de ellos no han dudado en conceder entrevistas a la televisión israelí, a pesar de las reacciones indignadas de los vecinos que están decididos, contra viento y marea, a no moverse. Es el caso de Zvika, de 35 años, de Meginot Shornron, en la CisJordania ocupada. Con su esposa y tres hijos vive en una agradable vivienda de dos pisos, rodeada de un bonito jardín. Zvika ha provocado grandes iras en su poblado por declarar: "Si me dan unos 100.000 dólares [14 millones de pesetas] por mi casa de seis habitaciones y mi jardín, me largo mañana".

No es el único. Esliter, de 28 años y con dos hijos, dice lo mismo: "Mi casa me ha costado 160.000 dólares; si alguien me ofrece 100.000, vuelvo a Israel". Hay que tener en cuenta que una casa parecida en Tel Aviv, a una media hora de Maginoth Shomron, costaría al menos unos 450.000 dólares. Un vecino, atraído por las cámaras de la televisión, se acerca. Se trata de un barbudo religioso. "No la escuchéis", dice al periodista. "Es una loca, una excepción". La joven mujer se pone roja de rabia. "Llegué aquí con mi marido mucho antes que tú; el que lleves barba no te da derecho a decir cualquier cosa".

"Tenimos aquí porque el Gobierno nos animó a hacerlo; ahora hay otro Gobierno y otra política", añade Eshter. "No estoy dispuesta a vivir bajo un régimen palestino; no tengo nada contra los árabes pero quiero vivir en Israel. Me marcho".

La localidad de Ariel, con sus

10.000 habitantes, es la gloria de la colonización judía en Cisjordania, con un alcalde enérgico que también es parlamentario, industrias y bonitos chalés sobre las verdes colinas. Pero también allí, la fruta está tocada.

El propietario de la fonda situada a la entrada del poblado, muestra su preocupación. "Cuando vinimos aquí mi esposa y yo, hace más de doce años, esto estaba en plena expansión; se construían casas por todas partes pues la demanda superaba la oferta; nacía un centro industrial y los inversores visitaban la ciudad", dice. "Ahora es lo contrario; las casas están a la venta y no hay compradores; Nachman [el alcalde] ya puede seguir hablando de nuestro prometedor futuro, que nadie le cree" añade. Y subraya: "El Gobierno ha cortado los fondos y la gente empieza a reflexionar sobre cómo volver a Israel y dónde asentarse..."

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Un aire derrotista empieza a soplar sobre los asentamientos judíos en los territorios ocupados. Solo un fracaso en las negociaciones entre la OLP e Israel podría evitar que se convierta en un huracán. Los dirigentes de la colonización judía los saben.

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