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Las milagrosas vírgenes

Si hay un escritor especialmente pertinente para ser citado en esta sección es Juan Madrid, quien, para no dar opción ni a un resquicio de duda sobre su madrileñismo, incluso ha incorporado a su apellido el nombre de la capital de España. A Juan Madrid le gusta la fauna humana de esta ciudad y, sobre todo, la fauna misteriosa de los grupos marginales que, como mínimo, bordean y a menudo incluso traspasan las fronteras de la delincuencia. Y a su gran capacidad para desvelar misterios, que el cielo sólo concede a los devotos de la Virgen de los Peligros, venerada en sus orígenes en el monasterio de las monjas Vallecas, le dedico el enigma de esta curiosa anécdota. El sábado 4 de diciembre, la propietaria de un Peugeot 205 blanco, con matrícula M-0529-GD, aparcó su vehículo en la calle del Prado. A la una del mediodía fue a la FNAC para asistir a la presentación del libro Un oficio del siglo XX, recopilación de las críticas cinematográficas, editadas por EL PAÍS-Aguilar, que Guillermo Cabrera Infante publicó en un periódico cubano con el seudónimo de G. Caín. Dos horas más tarde fue a coger el coche y, como Caín, el sembrador de cizaña, había andado por medio, se encontré) una nota en la cerradura con el siguiente texto: "Había dejado las llaves puestas en la puerta, haciendo muy fácil robarlo. He cerrado las puertas con las llaves, que seguramente puedes encontrar. Vaya, qué lío, pero un poco menos ahora. Suerte". La nota estaba pegada con cinta adhesiva, las puertas, como dice el texto, cerradas, y el genio -¿o la genio?- se había llevado las llaves. La letra es bastante buena, la ortografía y la puntuación correctas, y, en cuanto a acentuación, hay acento en había, pero falta en fácil yo. Comienza hablando de usted -"había dejado las llaves"-, pero enseguida, en la frase "puedes encontrar", pasa al tuteo. O sea, que tres líneas más y el bondadoso anónimo se pone caliente. La propietaria del vehículo ruega a este curioso espécimen de ciudadano -que cuando parece que te está haciendo un favor te causa, ¿deliberada o inconscienteniente?, un perjuicio mucho mayor que el favor-, le ruega, digo, que le remita las llaves a la Oficina Municipal de Objetos Perdidos. Y le remite a esta oficina porque ya en una ocasión esta misma ciudadana fue atracada por un navajero, profundamente profesional, que, cuando se llevaba la cartera, le gritaba mientras corría: "Ya te llegará la documentación". Y, como aquel navajero era un hombre de palabra, así fue: tiró la documentación a un buzón y ella, naturalmente, la recuperó.Yo, en trances similares., jamás recurro a la policía ni contrato a un detective, sino que me comporto como un nebelibata de la Tebaida de Ventas. Convencido de que sólo el cielo puede solucionar el entuerto, rezo día y noche y recorro las calles para descubrir hasta la iglesia más recóndita en la que arrodillarme. Por eso a la propietaria de este vehículo le recomiendo desde aquí que se encomiende al mayor número posible de vírgenes madrileñas. Y, para empezar, a las tres vírgenes más bienhechoras, cuya milagrosa influencia incluso llega a trascender nuestras fronteras autonómicas. Son, naturalmente, la Virgen de la Almudena, la Virgen de la Paloma y la Virgen de Atocha. La Virgen de la Almudena, como bien saben los argelinos, debe su nombre a la voz árabe almudayna, que significa ciudadela. Al cristianizarse, a finales del siglo XI, la mezquita árabe edificada en la ciudadela se instaló en ella la imagen de la Virgen que acababa de aparecer, y el pueblo la llamó desde entonces de la Almudena. Esta imagen, de la que dice la tradición que fue traída a España por Santiago el Mayor, fue coronada canónicamente el 10 de noviembre de 1948. El general Franco y el nuncio del Papa, monseñor Tedeschini, colocaron las coronas sobre las cabezas de la Virgen y del Niño, a los que para mayor brillantez del acto se les tributaron los máximos honores militares. La imagen de la Virgen de Atocha, cuya ermita primitiva estaba a orillas del Manzanares, es de estirpe bizantina, y ha sido muy venerada por las reinas españolas, que a ella donaban sus galas nupciales. Y tantas fueron estas donaciones que no quedó más remedio que amputarle a la Virgen las rodillas, descalabro reparado por una restauración en época reciente. Los milagros de la Virgen de la Paloma comenzaron con Andrea Isabel Tintero, a finales del siglo XVIII. Y más vírgenes madrileñas para estas navidades: la del Amor de Dios, la del Buen Suceso, la de la Buena Dicha, la de la Flor de Lis, la de la Misericordia, la de las Maravillas, la de la Novena, la de la Providencia, la de los Remedios, Nuestra Señora de Madrid y -la más adecuada para. cuando no aparecen las llaves del coche-, la Virgen de la Consolación y Correa, venerada en la parroquia de Santa María de la Esperanza, a dos pasos del fantástico centro comercial de La Vaguada.

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