Relato de un naufragio
Esta mañana, al acudir a mi correspondiente oficina del Inem con objeto de solicitar el subsidio de desempleo, he podido contemplar un desolador espectáculo. Cientos de personas aguardaban su turno para sellar sus respectivos carnets de desempleo. Durante unos minutos he buscado un denominador común, ya fuese edad, proveniencia del mismo sector económico o algún rasgo común al cual atribuir este gran número de desempleados, pero tristemente no lo he encontrado. Por un momento he creído estar teniendo alguna de las visiones que Goya tuvo mientras pintaba su famoso Aquelarre. ¡Pobre España cañí! ¡Pobre pueblo llano!, ¿cuánto tiempo habrá de pasar para acabar de pagar las consecuencias del próspero y mal coordinado periodo 1986-1992?Mi perfil académico-profesional (química con posespecialidad en tecnología de los alimentos, unido a 15 meses de actividad laboral) es considerado por mis amigos como envidiable. Sin embargo, ¿cómo puedo permanecer impasible ante la caótica situación económica que nos toca vivir, ya que nuestros gobernantes no han sabido abordarla desde un principio con cautela e inteligencia? ¿Debo sentarme cruzada de brazos hasta que amaine el temporal esperando una oferta de trabajo como vendedora de cualquier objeto inusitado (actualmente es la única oferta de trabajo existente en el mercado) o quizá sea suficiente sentirme solidaria con los millones de parados de la Comunidad Europea, para que así se cumpla el famoso dicho "mal de muchos, consuelo de tontos"?
Sé que esta noche volveré a tener pesadillas gracias al nuevo plan de empleo aprobado recientemente por el Gobierno, pero ¿a quién importa esto?- María José Caballero.
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