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Condenado a 40 años de cárcel el 'chapero' que mató a dos homosexuales

La Audiencia de Madrid ha impuesto una condena de 40 años de cárcel a VIadímir Valdemar, el chapero venezolano que robó y mató a dos homosexuales partiéndoles el cuello. Sus víctimas fueron el frutero madrileño Cristóbal Espín y el ex diplomático venezolano Otinaro Silva.La sentencia condena también a dos años de cárcel, como encubridor del homicidio del diplomático, a José Leoncio Expósito, de 27 años. A éste el fiscal le pedía una pena de siete años de prisión. El tribunal la ha rebajado a dos. Considera que Expósito tenía miedo de Valdemar y que, una vez detenido, tardó varios días en contar a la policía el crimen.

Un anillo con la efigie de un escorpión, vendido en una tienda de compraventa y sustraído al frutero Espín, su primera víctima, ayudó a resolver ambos crímenes, que aparentemente tienen un móvil común: el robo.

Valdemar, de 23 años, llegó a España sin apenas dinero el 21 de abril de 1992. En un pub madrileño frecuentado por homosexuales conoció al otro procesado, José Leoncio Expósito, también venezolano. Entablaron amistad. El día 26 de ese mismo mes, José Leoncio le presentó en el pub a Cristóbal Espín, el frutero. Ambos se trasladaron en la madrugada de aquel día al hotel Praga.

Fajo de billetes

Para alquilar la habitación, el frutero exhibió un fajo de billetes delante de Valdemar. Hay dudas sobre lo que ocurrió en la habitación. Pero lo cierto es que flexionó su cuello hacia arriba y luego lo retorció con tanta fuerza que falleció allí mismo; después escribió en su espalda "chao, maricón", y le quitó dinero y joyas, entre ellas, la alianza con el escorpión.

El día 28 de abril, José Leoncio le presentó en el mencionado pub a un hombre que se hacía llamar Óscar y que, en realidad, era el ex diplomático Otinaro Silva. Se hicieron amigos, al menos eso creía Silva. El 3 de mayo, Valdemar se presentó en su casa. Ese día sí le acompañó José Leoncio, pero éste no subió al piso por indicación de Valdemar. "Espérame aquí abajo", le dijo. Cuando subió José Leoncio, el diplomático yacía en el suelo, muerto, con una fractura de cuello.

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