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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Enamorar

Con perplejidad leí la información publicada por EL PAÍS sobre la profesora que dicta sus clases en la Escuela de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad Complutense deMadrid, pues el artículo era narrado como si ese episodio fuera algo original.Año tras año de los cinco que llevo estudiando en la Facultad de Ciencias Políticas de esa misma universidad he llegado con expectativa casi infantil por saber quién y cómo serían mis maestros.

Venimos a esta casa para encontrarnos con profesores que, se supone, nos van a desvelar los entresijos de la realidad, que nos van a ayudar a aprender y a aprehender lo inaprehensible por nuestra propia cuenta. Pero no, nos encontramos con muchos profesores que, como esa profesora de Biblioteconomía y Documentación, nos dictan sus clases y, una y otra vez, me hepreguntado que quién tiene la culpa.

Un poeta de mi tierra transatlántica escribió que "la culpa es de uno cuando no enamora, no de los pretextos ni del tiempo". Y entre nosotros, profesores y alumnos de la Universidad, hemos encontrado un magnífico pretexto para nuestra incapacidad de seducción: la masificación.

Ella nos sirve siempre de excusa para no enamorar a ese otro que tenemos enfrente y con quien tenemos que habérnosla al menos durante ocho meses. Ellos siempre le echan la culpa a ella, a la masificación. Dicen que por culpa de ella no pueden dedicarse a nosotros individualmente y que por ella no pueden ser creativos en formas de comunicación, exigencia y evaluación del conocimiento. Entonces llegan a clase y frente a esa masa de alumnos se comportan como el amante desahuciado que no es capaz de mirar a los ojos a su objeto de deseo ni, menos aún, soportar que éste lo mire.

No, señor director; el profesor comienza a hablar, a soltar lo que dice saber, para que nosotros agachemos la cabeza y tomemos no apuntes, sino nota textual de eso que nos cuenta. Así, nosotros no podemos inquirirle su sabiduría a los ojos, indagar su sensatez, su sinceridad, de la misma manera que lo hacemos con nuestro ser amado. No hay forma de seducirlos, se excusan en la masa y obligan a que escribas sin perderte un punto ni una coma porque de éste te examinarán y has de demostrarle que lo sabes de memoria. La masa impide que haya otra forma de demostrarle que nos ha enseñado algo y que, por tanto, lo hemos querido.

La culpa es de uno cuando no enamora. Y también es culpa nuestra, de los alumnos, porque también nos refugiamos en la masificación. También nos sirve la masa de compañeros para escondernos detrás de sus espaldas, para que los profesores no conozcan nuestras caras, para que no se den cuenta si faltamos, para que no nos pregunten nada.

Somos cómplices también de la desidia de nuestros maestros, porque también nos resulta más fácil agachar la cabeza, copiar sin pensar lo que nos dicen y repetirlo como loros en los exámenes.

Por eso propongo, señor director, una huelga de apuntes. Es hora ya de que profesores y estudiantes nos miremos a la cara, pues, en definitiva, casi todos los amores comenzaron con una mirada- Constanza Lucadamo

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