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Siete familias esperan en un vertedero de Vicálvaro las casas prometidas

En chabolas y rodeados de barro y escombros, aún tienen humor para poner arbolitos de Navidad. Ellos esperaban comer el turrón ya en los pisos sociales prometidos en el Anillo Verde de Vicálvaro. El Consorcio para el Realojamiento de la Población Marginada les aseguró que este invierno dejarían atrás su insalubre barriada. En este organismo aseguran que el com promiso es firme, pero que el Ayuntamiento aún no les ha entregado las llaves de los pisos. "Como estamos escondidos, es fácil olvidarse de nosotros", se lamentan estas familias.

Las casetas quedan lejos de todo, en el Camino Viejo de San Fernando, junto al polígono industrial de Vicálvaro. Valeriano Navas Villén, de 60 años, fue el pionero. Hace tres décadas llegó de Almería y se estableció en una nave. Allí ha vivido desde entonces con seis de sus hijos y su mujer, hasta que se separaron.Arrendó un piso pero no pudo pagarlo y regresó a este lodazal donde vive con su media docena de vástagos entre los 29 y los 17 años, sus cuatro nueras, también veinteañeras, y cuatro nietos. A ellos, payos, se les han unido otras dos familias gitanas. En total son ocho familias, pero sólo siete están censadas por el Consorcio.

Por esa vereda no pasan los autobuses ni los taxis. El agua llega en cisternas municipales una vez por semana, y la luz, por medio de enganches ilegales. Las casetas, de ladrillo y techo de uralita, están rodeadas por un vertedero, una granja con 30 perros de caza, un barrizal y varios montículos de escombro para hacer mantillo. Todos los días, estas familias rebuscan en el vertedero para coger cartones, papeles y chatarra y venderlos por kilos. Las mujeres cuidan de sus hijos y los hombres trabajan de albañiles temporeros o como jardineros.

Mari Luz, de 23 años, esposa de uno de los hermanos Navas Villén, albañil cuando sale trabajo, y con una niña de siete meses, buscó algunos alquileres. "En Entrevías me pedían 65.000 pesetas; pensamos en irnos, pero al final nos asustamos pensando en un futuro desahucio", explica. "No quiero que mi niña se críe aquí, pero no veo el modo de salir", añade.

A base de paciencia y barreños de agua, los niños y los adultos consiguen salir limpios de las chabolas. Las garrapatas se ceban con todos y también los catarros y bronquitis, propiciados por la humedad.

Este verano asaltaron los 109 pisos del Anillo Verde, construidos por la Empresa Municipal de la Vivienda, del Ayuntamiento, junto con otras familias de Vicálvaro. "Pero también vinieron niñatos que empezaron a dar golpes a las cosas y gente que ni siquiera había solicitado vivienda. Total, que los policías acabaron echándonos", explican.

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