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El que a tiros mata...

La 'ley gitana' no establece plazos para vengar la muerte de un padre; para esas cosas no hay prisas", comentan los vecinos de Archena tras el crimen del Ayuntamiento

La llamada ley gitana, en su versión más sangrienta, volvió a tomar vida el martes en Archena (Murcia), un pequeño pueblo de la vega del río Segura. Dos familias enfrentadas "de viejo" saldaron un nuevo capítulo de venganzas con la muerte, a tiros, de Juan José Santiago Santiago, de 52 años. La víctima había matado, hace 15 años, también a tiros, al padre de su ejecutor, Antonio Fernández Cortés, de 33.En Archena ayer el comentario del vecindario seguía siendo "lo del tiroteo en el ayuntamiento". Junto con detalles del suceso, la gente no ocultaba su preocupación porque se produjera una "respuesta" inmediata de la familia Santiago. Otros aseguraban que "para esas cosas no hay prisas". La ley gitana no establece plazos y se puede esperar años. Pero la sentencia está echada, es una cadena diabólica, que no parece tener fin, de muerte tras muerte. Por eso la Guardia Civil, atenta a los acontecimientos, mantiene desde hace dos días una discreta vigilancia por los alrededores del pueblo.

"Tranquilo, no pasa na"

Los comentarios de calle se dividen, como suele ocurrir en estas ocasiones. Personas que conocen a los Fernández aseguran que "iban a sus asuntos" y que no se metían con nadie. De la misma opinión es el alcalde, Elías Peñalver, quien comentó a los periodistas que en su municipio hay un pequeño colectivo de etnia gitana perfectamente integrado. "Esto es otra cosa, es un asunto de venganzas", comentó antes de relatar los hechos.

Cuando Antonio Fernández acababa de disparar con su revólver el tercer tiro contra Juan José Santiago, fue encañonado por un policía local. Tiró el arma al suelo y con gran entereza le dijo al agente: "Tranquilo, tranquilo, que no pasa na. No tengo na contra la policía". Era, en efecto, una venganza.

El alcalde, que no se encontraba en el Ayuntamiento cuando se produjeron los hechos, llegó a tiempo para ver con vida a Santiago, postrado en un catre en el interior de una celda. La víctima se lamentaba por el agudo dolor que sufría y Peñalver le aconsejó que permaneciera quieto porque enseguida llegaría una ambulancia, en la que falleció camino del Hospital General de Murcia. El cadáver de Santiago fue trasladado, posteriormente, a la ciudad sanitaria Virgen de la Arrixaca, donde se le practicó la autopsia. Ayer, a las cuatro y media de la tarde, se celebró el entierro en la localidad de Albatana (Albacete), donde residía últimamente.

Los pleitos entre las dos familias gitanas protagonistas de este suceso vienen de lejos y se guardan "en casa". Tras el crimen del martes lo único que ha trascendido es que en 1978, en las mismas puertas de la desaparecida prisión provincial de Murcia, Santiago mató a tiros al padre de Antonio Fernández. El agresor, natural de Mula, al salir de la cárcel se trasladó a vivir a la localidad de Albatana, en Albacete, a sólo cinco kilómetros de la provincia murciana. Desde entonces Ias cuentas pendientes" entre ambas famiIias se mantenían en silencio.

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Hasta el lunes pasado. Ese día Juan José Santiago llegó a Archena, de noche y en una furgoneta, en busca de los Fernández. En la casa de éstos no había. hombres, sólo mujeres que escucharon atemorizadas las amenazas de muerte que Santiago profería avalándolas con una escopeta de caza. Por si había dudas, en el interior del vehículo guardaba 35 cartuchos. Se marchó y durante algún tiempo deambuló por el pueblo, hasta que la Policía Municipal lo detuvo ya bien entrada la noche. Fue entonces cuando tres hombres jóvenes de los Fernández decidieron tomar la iniciativa y adelantarse a su enemigo.

El sabor de la venganza

Dos hijos del patriarca Fernández, muerto a tiros hace 15 años, y un primo de ambos, de nombre Miguel, se convirtieron en protagonistas a primerísismas horas del día siguiente. Nada más abrir sus puertas el ayuntamiento, Antonio, el hermano mayor, acompañado de los suyos, entró en busca de Santiago, que se encontraba detenido en los calabozos a la espera de ser trasladado por la Guardia Civil. Escondido en los lavabos, aprovechó que el policía de guardia había ido a buscar un vaso de agua para el detenido y consumó la venganza. Se acercó a la celda y por las rejas empezó a disparar sin piedad, hasta que fue desarmado.

Tanto Antonio como sus dos cómplices se encuentran a disposición judicial. Ayer en Archena se comentaba que el autor material del asesinato, al ser detenido, expresó su desazón -algunos incluso dicen que lloró- porque Santiago no había muerto al instante. A la hora, cuando se enteró de que había fallecido, aseguran que cambió su semblante: el hijo mayor había vengado al fin la muerte de su padre.

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