Celosos de su independencia
El Consejo de la Federación de Rusia tendrá dos miembros menos de los previstos, y la Duma (Parlamento), uno menos: se trata de los representantes de Chechenia, la república del Cáucaso norte que proclamó su independencia hace dos años.Moscú se ha negado a reconocer a la nueva república, y las relaciones entre ambos países han pasado por diferentes etapas: desde el enfrentamiento abierto, que estuvo a punto de degenerar en una auténtica guerra, hasta una fingida indiferencia, que ahora se ha convertido en un bloqueo militar tras la visita de Yeltsin al Cáucaso a principios de semana. Con todo, el Kremlin ha renunciado a organizar en Chechenia las elecciones legislativas y el referéndum de la Constitución, que en Grozni, la capital de la rebelde república caucásiea, califican de colonial.
La rebeldía de los chechenos es famosa en la historia rusa. Este pequeño pueblo opuso una resistencia feroz al Ejército zarista, y la región sólo pudo ser anexionada al imperio a mediados del siglo pasado. Pero esto no significó el aplastamiento de los chechenos, que protagonizaron varias rebeliones.
En la época soviética, los chechenos disfrutaron de diversos grados de autonomía, pero en 1944 Stalin liquidó la república de Checheno-Ingusheda y deportó a sus habitantes acusándoles de traición. En 1957, los chechenos fueron rehabilitados y volvieron a sus tierras para restablecer, con los ingushes, su república autónoma. En noviembre de 1991, los chechenos proclamaron la independencia y se separaron también de los ingushes, que aún son fieles a la Federación Rusa. Chechenia es una república de 17.400 kilómetros cuadrados y 1,2 millones de habitantes, de los cuales el 60% son chechenos.
A pesar de contar con yacimientos de petróleo y con una refinería, la situación económica de Chechenia es catastrófica.
Sin embargo, los partidarios del presidente Dzhojar Dudáyev soportan con estoicismo las actuales penurias y se confiesan orgullosos de haber reconquistado lo que más precian: la libertad.
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