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Los progresistas derrotan a los neofascistas en Nápoles y Roma y a la Liga en Venecia y Génova

Los candidatos de la coalición progresista obtuvieron ayer victorias holgadas frente a los representantes neofascistas o de la Liga Norte que les disputaban las alcaldías de cinco grandes ciudades italianas: Roma, Nápoles, Trieste, Génova y Venecia. Estos resultados, sugeridos por los primeros sondeos no oficiales publicados al cierre de los colegios electorales, tendían a confirmar que la citada coalición, aglutinada en tomo al Partido Democrático de la Izquierda (PDS), ex comunista, es la única fuerza capaz de recoger suficientes apoyos como para gobernar el país en el futuro.

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Ocho millones de italianos acu dieron ayer a las urnas para ele gir a los alcaldes de 129 ciudades italianas, 18 de ellas capitales de provincia, en unos comicios que, tras el hundimiento de la Democracia Cristiana (DC) en la primera vuelta celebrada el pasado 21 de noviembre, habían queda do marcados por una nueva división del país entre izquierda y derecha. Las primeras valoraciones del voto, producto de los dos son deos independientes realizados a la salida de los colegios, daban un auténtico pleno a la izquierda. El verde Francesco Rutellí, vencía, en efecto, por entre 8 y 10 puntos percentuales al secretario general del neofascista Movimiento Social Italiano (MSI), Gianfranco Fini, en la pugan por la alcaldía de Roma.

Una ventaja similar otorgaba el triunfo en Nápoles al ex comunista Antonio Bassolino, frente a Alessandra Mussolini, la nieta del duce que, tratándole como a un patán, parecía haberle mantenido a raya durante buena parte de la campana.

La primera ciudadanía de Génova pasaba a manos del magistrado Adriano Sansa, candidato de la izquierda, que se imponía por cerca de 20 puntos, seis más que la ventaja que logró en la primera vuelta, frente al médico ortopeda de la Liga Norte Enrico Serra.En Venecia, el filósofó Massimo Cacciari, apoyado por el bloque progresista, triunfaba por casi 14 puntos sobre Aldo Mar¡conda, también de la Liga Norte.

Y Riccardo Illy, un industrial hostelero de Trieste, apoyado por el PDS y la izquierda democristiana, mantenía la ventaja de 8 puntos que ya había logrado en la primera vuelta frente a Giulio Staffieri, candidato de la derecha democristiana sostenido también por los neofáscistas.

Sube la abstención

Los datos de participación indicaban que la abstención había aumentado en todo el país, salvo en Roma, donde los ciudadanos habían acudido a las urnas en mayor número que con ocasión de la primera vuelta. El dato general era interpretado anoche como un indicio de que muchos de los que todavía votaron por la DC el 21 de noviembre se habían abstenido ahora, a la vista de que, en la mayoría de las localidades, los candidatos de su partido no habían logrado pasar a la segunda vuelta.En cuanto al* aumento de la participación en Roma, se entendía como una confirmación de que el auge de los neofascistas se debe en buena medida a la transferencia hacia Gianfranco Fini de los votos de sectores ligados previamente al MSI que, en los últimos tiempos, se habían encuadrado en la DC. En concreto, se trataría de los seguidores de políticos como Vittorio Sbardella o Giuseppe Ciarrapico, que hasta hace un año eran hombresde confianza en la capital del ex primer ministro Giulio Andreotti, y que ahora parecen volver hacia sus orígenes contribuyendo a que la DC se hunda.

Otros antiguos democristianos, afines al disidente Mario Segni, propuesto para presidir el próximo Gobierno por diversas personalidades moderadas, votaron, en cambio, por los candidatos progresistas.

Sistema mayoritario

El triunfo político de la incipiente coalición aglutinada en torno al PDS, con aportaciones que van desde la izquierda democristiana hasta Refundación Comunista, y que, si se celebraran hoy elecciones generales, lograría probablemente la mayoría absoluta parlamentaria, era en realidad una conclusión ya establecida por el primer turno de estos comicios. En la primera vuelta quedó claramente demostrado que, con el nuevo sistema mayoritarlo adoptado en Italia, únicamente logran la elección de sus candidatos las fuerzas capaces de formar coalición con otros grupos políticos.

Sin embargo, no existe ninguna agrupación comparable y susceptible de representar a la derecha, que sin embargo, en la primera vuelta de las elecciones municipales obtuvo la mayoría de los votos de partido, tanto en Venecia como en Génova, Nápoles o Roma.

La Liga Norte no logra nuevos alcaldes y se enfrenta a un techo de crecimiento que parece confinarla al territorio de Lombardía. El auge del MSI también es un fenómeno circunscrito a algunas ciudades del centro y sur de Italia. Pero lo más importante es que tanto el MSI como la Liga, basados, respectivamente, sobre la unidad e identidad nacional y el federalismo, han descartado cualquier posibilidad de alianza mutua en el futuro.

Ni más fascista ni más izquierdista

Italia no es ciertamente hoy más fascista que ayer, pero tampoco es más izquierdista ni más secesionista. Lo que ocurre simplemente s que los italianos votan por los únicos partidos políticos que han salido relativamente limpios de las investigaciones judiciales sobre la corrupción política.No hay que infravalorar el fenómeno, pero sí hay que constatar que no tienen otros. De ahí la contradicción de que en una coyuntura en la que la calle repite hasta la saciedad que quiere algo nuevo re surjan divisiones que parecen de otras épocas. El mismo fenómeno se traduce en que la abstención electoral, hasta ayer creciente, pueda ser interpretada como la reacción natural de muchos ciudadanos que consideran que se han quedado sin alternativas.Los italianos conocen su propia moderación y se adaptan a ella. El Partido Democrático de la Izquierda (PDS), el que más esfuerzo ha hecho por transformarse desde sus raíces comunistas con vistas a las nuevas circunstancias, se mueve como polo de una cultura que tiende cada vez más a plantear los problemas en términos no maniqueos, como los de egoísmo y solidaridad.Umberto Bossi, el líder de la Liga Norte, ha abusado del radicalismo retórico y de las amenazas secesionistas.Pero ahora que las urnas indican que su carisma se deteriora, se ha dicho dispuesto a hablar con el ex democristiano Mario Segni para la constitución de un nuevo centro, lo que implicaría un giro considerable en la línea de su Liga.

En cuanto a Fini, el líder neofascista,trata de quitarse esta etiqueta mediante la creación de una Alianza Nacional basada en la identidad italiana. Fin¡ no se presenta como extremista en sus propuestas políticas, salvo porque, en un mundo sin bloques, viene a mantener un anticomunismo acerrimo que representa el mismo prejuicio que, durante décadas, impidió en Italia la alternancia en el Gobierno de la izquierda y la derecha.

El empresario Silvio Berlusconi le apoya en esa línea, que la mayoría de la opinión pública de Italia rechaza.

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