Hambre
¿Les vamos a dejar penar y enflaquecer, pingar de pellejos, fosfatinarse la salud y puede que incluso morir sin tan siquiera concederles un minuto de atención? Me refiero a esas personas que están en huelga de hambre para conseguir que el 0,7% del PIB se destine a los países pobres. Les aseguro que es una reivindicación la mar de sensata: no sólo un deber moral, sino también una medida necesaria para intentar detener la mugre rampante y el creciente deterioro de este planeta. Pero hoy oímos que alguien se pone en huelga de hambre para luchar contra la hambruna de millones de seres, y a lo peor hasta pensamos que es un excéntrico. Y es que vivimos en un mundo tan crispado y tan loco que las personas más cuerdas pasan por lunáticas, mientras que los auténticos dementes dirigen bancos, cadenas televisivas y destinos nacionales a porrillo.Cierto es que hay tantos espantos que asumir en el mundo, tantísimas desgracias que aliviar, que, inundados por el torrente de desdichas, los humanos quizá nos sentimos incapaces de influir en el entorno. Eso sucede, por ejemplo, con la pesadilla de la ex Yugoslavia: se estremece uno, se firman manifiestos, pero el conflicto sigue abrasando Europa con su horror.
Pues bien, que quede claro que sí que se pueden hacer cosas. La cuestión es no aspirar a una totalidad paralizante, sino saber que hay que trabajar día tras día en las cosas menudas. Por ejemplo, en cuanto a la ex Yugoslavia, pidamos a los Gobiernos de la CE que acojan a los desertores (cada vez más numerosos) de los diferentes ejércitos de la zona. Y en cuanto al hambre y la desolación del mundo, hay que exigir ese 0,7% del PIB, que es una pura caspa, una miseria. No nos demos por vencidos antes de actuar: hay cosas que se pueden hacer. Y que deben hacerse.
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