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Reptando bajo las balas en Mostar

'Cascos azules' españoles rescataron a dos mujeres hostigadas por un francotirador

Desde que el 31 de agosto fueron liberados los 63 cascos azules secuestrados en Mostar, una patrulla española permanece 24 horas al día en la capital de Herzegovina y segunda ciudad de Bosnia. Los tres blindados y 30 militares españoles se han convertido en huéspedes habituales de las 50.000 personas cercadas, sin combustible ni agua, en el barrio musulmán.Agazapados en unos soportales, su misión resulta casi rutinaria: contar los proyectiles e mortero que diariamente lanzan las milicias croatas contra sus antiguos vecinos; tomar nota de las necesidades del hospital; escoltar a los convoyes con ayuda humanitara que esporádicamente dejan pasar los sitiadores.

Sólo cuando alguna bala perdida o algún mortero les alcanza se recuerda que soldados españoles están realizando en Mostar la misión más peligrosa e insólita de cuantas han asumido tropas de Naciones Unidas: interponerse entre dos bandos que no dejan de matarse, verificar la inexistencia de un alto el fuego que nadie respeta. La ONU ha tenido el pudor de no declarar Mostar como zona segura, título que ostentan otras ciudades mártires de la guerra, como Sarajevo o Srebrenica.

El sábado, cuatro cascos azules españoles hicieron algo más que esperar al relevo rezando para que ningún proyectil estallara cerca. Bajaron del blindado y, reptando bajo las balas, evacuaron a dos mujeres hostigadas por un francotirador. Una de ellas, herida de un disparo en la cabeza, falleció poco después. La otra, refugiada en un canal de desagüe, consiguió escapar con vida.

La patrulla de la Agrupación Madrid, nombre del actual contingente español, recibió un aviso de emergencia a las 12.30: había uno o dos heridos sobre el asfalto de una calle batida por francotiradores junto a los almacenes de ACNUR, la agencia de ayuda a los refugiados. El blindado se dirigió a la zona, pero la estrechez de la calle le impidió llegar al lugar donde estaban las heridas, contra las que seguían disparando.

Los cascos azules lanzaron un bote de humo para esconderse del francotirador. Los tenientes Jorge Balanyá, del Escalón Médico Avanzado Centro, y Víctor Pujol, de la Brigada Paracaidista; el sargento paracaidista Mariano Vicente, y el cabo legionario José Muñoz bajaron del blindado y se acercaron a las mujeres, reptando primero y a la carrera en los últimos metros. El teniente Francisco Cabo y el sargento Maximino Serrano les cubrían desde la retaguardia.

Las dos mujeres, miembros de Unicef, la organización de la ONU para la infancia, fueron evacuadas en una ambulancia blindada al hospital musulmán de Mostar, donde una falleció y la otra fue atendida de un fuerte ataque de nervios. 'Tos soldados arriesgaron su vida para salvarlas. Sólo lo consiguieron en parte", explicó ayer el teniente coronel Castro desde Medjugordje, cuartel general de los cascos azules españoles.

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