Disparates
A veces imagino que hay otra dimensión por la que circulan versiones invertidas de nosotros mismos; o sea, gente que para impulsar la democracia no ha tenido que cargársela y políticos que han logrado mantener el Estado de bienestar sin necesidad de llegar a suprimirlo. Se trata de una especie de mundo al revés en el que impera una lógica disparatada, según la cual, por ejemplo, para fomentar el empleo no es necesario despedir a todo el mundo ni para estar a favor del progreso has de pensar como un capitalista del siglo pasado.Me gusta dormirme tejiendo fantasías de este tipo. Ayer imaginaba que había otra versión de la realidad, otro lado en el que, por ejemplo, habíamos logrado erradicar la xenofobia sin dictar leyes que discriminaran a los extranjeros y donde alguien había dado con una fórmula para aumentar la felicidad de los ancianos sin necesidad de rebajarles las pensiones ni obligarles a pagar las recetas de la Seguridad Social. Ya sé que eso no puede ser, que es un disparate, que lo lógico, al menos desde una óptica progresista, es lo contrario. Pero yo es que siempre he sido muy aficionado al pensamiento paradójico; por eso me gusta imaginar mundos donde el hambre se quita comiendo y la sed a base de beber. A mi hijo le hace mucha gracia.
Pero ustedes no me hagan caso, esto no es más que un juego. Imagínense que en ese mundo el ministro del Interior es un adulto que, cuando el Tribunal Constitucional le dice que se ha equivocado al interpretar una norma, pide perdón y rectifica. Qué disparate, ¿no? Lo lógico es enfurruñarse y romper el tablero. Por eso resulta tan inquietante este juego, porque te sale lo contrario de lo que es. En esa dimensión imaginaria, figúrense, para ser de izquierdas no es necesario actuar como si fueras de derechas.
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