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Los 'grafiteros' decoran las fachadas de los comercios de Parla con la bendición municipal

La estrategia pretende acabar con el lado gamberro de esta actividad

Parla ha cambiado de estrategia en su lucha contra las pintadas. La táctica de ir limpiando detrás del grafitero o imponerle multas no ha dado resultado. El Ayuntamiento y los comerciantes han decidido claudicar ante la dictadura del aerosol y unirse al movimiento. El municipio ha puesto algunos muros de la ciudad a disposición de las pintadas, y los comerciantes han empezado a encargarlas para sus fachadas. Los pintores persiguen "la aceptación social de la pintada", aunque reconocen que la mayoría de ellos busca más la gamberrada que el arte".

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A la crisis de identidad crónica de las ciudades-dormitorio suma Parla el problema de las pintadas. El proceso que llevó a Parla a convertirse exteriormente en una sucursal de Chicago o Nueva York tuvo su inicio en los años ochenta. Las calles del casco antiguo aparecían decoradas por extraños garabatos de significado imposible y colores chillones. Tras casi una década de sorda labor aerosol en mano, los grafiteros han profanado hasta el último rincón del municipio. Para el alcalde, el socialista José Manuel Ibáñez, Ias pinturas se han convertido en la forma de contaminación más grave y perjudicial que sufren los parleños. Como solución, el consistorio recurrió en primera instancia a la concordia, y en diciembre de 1991, con la campaña Parla blanca en Navidad, intentó que los vecinos se involucraran en la limpieza del municipio. El resultado fue patético y al día siguiente, sobre el fondo insultantemente blanco de las paredes recién pintadas, aparecieron de nuevo todo tipo de firmas.Una vez comprobado lo fallido de la experiencia, el equipo de gobierno exploró la vía punitiva y en la primavera del año siguiente vio la luz un bando que castigaba con hasta 50.000 pesetas de multa a los improvisados artistas sorprendidos infraganti. La acumulación de multas impagadas llevó al Ayuntamiento a buscar nuevas soluciones y se cambié la sanción por horas de trabajo para la comunidad blanqueando las calles ultrajadas.

Con el tiempo, los vecinos aprendieron a convivir con las pintadas e incluso al no poder vencer al enemigo decidieron unirse a él, o al menos utilizarle.

No obstante, el capitalismo ha venido a mediar en esta pugna entre grafitos subvencionados o salvajes. Varios comerciantes de la localidad han entendido que esta forma de expresión que reiteradamente ensucia las fachadas de sus comercios puede ser utilizada como reclamo. Tiendas de deporte, bares de copas, peluquerías o gimnasios exhiben en las paredes dibujos encargados a expertos en el manejo del aerosol. La mayoría de los comerciantes señala que éste es un modo de dar un aire joven a su local, aunque Miguel Ángel Cuervo apunta otra razón de peso: "Entre los grafiteros existe un código del honor y, salvo excepciones, nadie firma sobre la obra de otro grupo".

El colectivo recibe gran número de peticiones para decorar locales de todo tipo: desde concesionarios de coches hasta guarderías, pasando por bares, discotecas o pizzerías. De este modo, los comerciantes, que, junto con las asociaciones de vecinos, eran quienes más presionaban al Ayuntamiento para que erradicara las pintadas, se sirven de ellas como reclamo. Sin embargo, todos se muestran cautos a la hora de decir a qué grafiteros encargaron sus dibujos. El motivo es no desatar las iras de los grupos marginales, que podrían dedicarse a estropear la obra de otro grupo. Según Miguel Ángel Cuervo, "hasta ahora se encargaban los grafitos para locales comerciales a cualquier chico que se veía pintando en la calle y éste hacía el trabajo gratis o cobrando sólo el material utilizado". No obstante, miembros del colectivo de grafiteros reconocen que han alcanzado cierto prestigio con sus últimas obras "y esperamos financiarnos con lo que pintemos para los comerciantes o el Ayuntamiento a partir de ahora".

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