_
_
_
_

Morir en el psiquiátrico

Las sanciones internacionales agravan la deteriorada situación de los centros hospitalarios serbios

Desnudos, desnutridos, enfermos, congelados y abandonados, los pacientes del hospital psiquiátrico Gornja Toponica, a unos 200 kilómetros al sur de Belgrado, mueren por docenas. Los directores del hospital más importante en el sur de Serbia admiten 27 muertes desde principios de mes. Las listas en la morgue señalan, sin embargo, 87 defunciones. Mueren de frío, hambre y enfermedades contagiosas: tifus y tuberculosis. La tragedia de Gornja Toponica, hospital con más de mil pacientes, sacudió a la opinión pública en Serbia ya acostumbrada al pésimo funcionamiento de los hospitales. De hecho, cuando los periodistas del diario Borba acudieron ayer al hospital, los directores se encontraban en un simposio de psiquiatras en Macedonia. El Gobierno serbio culpa a las sanciones introducidas por la comunidad internacional como la causa principal del pésimo estado de la atención médica en Serbia y Montenegro.El Gobierno federal hizo ayer un nuevo llamamiento a la comunidad internacional para que levantase: el embargo. "Las sanciones han incrementado el índice de mortalidad en todas las capas de la población. En estas condiciones, no podemos asegurar ni siquiera la protección básica de la salud", explicó Velibor Popovic, ministro de Salud.

"Los hospitales psiquiátricos eran horribles aún antes de la guerra, sobre todo en cuanto a la atención al paciente" dice VIadan Starcevic, psiquiatra con amplia experiencia en Estados Unidos. "Antes, sin embargo, había comida, calefacción y medicinas. No era necesario atar a los pacientes como lo es ahora al carecer de medicamentos". Starcevic trabaja en el Instituto para la Salud Mental de Belgrado donde no hay calefacción y las temperaturas alcanzan los 5 grados bajo cero.

La situación en los hospitales y las clínicas de Serbia y Montenegro ha empeorado drásticamente con la introducción de las sanciones, pero, según Marija, pediatra, "las sanciones tan sólo empeoraron las condiciones ya deterioradas". En el hospital pediátrico en Belúrado, por ejemplo, hay calefacción y medicinas gracias a las donaciones y la ayuda humanitaria, pero los diagnósticos son incompletos. Marija señala que en cirugía las operaciones se posponen "a menos que el paciente traiga anestésicos, medicamentos, vendas, inyecciones y jeringuillas".

Los hospitales atienden a los pacientes gracias a la ayuda humanitaria procedente de diferentes fuentes internacionales, pero al mismo tiempo, surge la tropelía: faltan las medicinas en los hospitales y en las farmacias estatales, pero abundan en las privadas, a precios en divisas, dos o tres veces superiores al coste original. "No supe a quién dejar varias cajas de medicinas para los niños con cáncer y asegurarme de que no serían robadas", lamenta un serbio, trabajador en Alemania, que rehúsa dar su nombre. Muchos donantes de ayuda humanitaria, sobre todo los trabajadores emigrados, quedaron decepcionados al ver como su donación desparecía o terminaba en las farmacias privadas, donde el precio de una caja de medicinas suele superar el monto del salario medio, de unos 13 marcos.

El Gobierno acusa a la comunidad internacional de no permitir la importación de la materia prima para la producción propia de los medicamentos y los repuestos para los instrumentos averiados, a la vez que no logra parar los robos y controlar la entrega de la ayuda humanitaria. Los médicos esperan el deterioro general del estado de salud de la población debido al empeoramiento de la alimentación, cuyo precio es inaccesible para la mayoría. La llegada anticipada de un invierno excepcionalmente duro agudiza la situación.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_