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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un futuro provisional

LA TERRIBLE violencia racial que castiga a Suráfrica es a la vez independiente del proceso de desmantelamiento del apartheid y consecuencia lógica de él. Independiente, porque las luchas tribales y entre grupos de blancos y de negros tienen una dinámica propia difícil de parar. Al igual que en Palestina, el abandono oficial de la lucha armada no impide una difusa y generalizada violencia.Sin embargo, la lucha es también hija del proceso de pacificación surafricano, por cuanto intervienen en ella elementos virulentamente opuestos a la paz con el único propósito de hacerla imposible. Sólo de este modo, piensan unos y otros, podrán mantener su hegemonía racial o, simplemente, la lucha de aniquilación que sirva a sus objetivos. Esta circunstancia ha producido una unión esquizofrénica de luchadores: hace apenas un mes se constituyó la Alianza por la Libertad (FA), un curioso grupo político-terrorista integrado por dos facciones de la extrema derecha blanca, el Partido Conservador y el Frente del Pueblo Afrikáner (a su vez, alianza de grupos radicales menores), y por otros dos de los conservadores negros, el partido zulú Inkhata, del jefe Buthelezi, y un grupo de dirigentes de los homelands de Bofuzatsuana y Ciskei.

Los blancos se oponen simplemente a cualquier solución política surafricana que pase por el desmantelamiento del apartheid (los más moderados llegan a proponer el establecimiento de dos Estados). A Inkhata, tradicional aliado del Gobierno de Pretoria en los viejos tiempos, le importa menos una solución negociada del futuro de Suráfrica que asegurarse de que ésta no pasa por la hegemonía del Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela.

Y, sin embargo, ambas opciones están condenadas al fracaso. Aunque la violencia, los actos terroristas y la muerte serán, lamentablemente, fenómenos cotidianos durante bastante tiempo, la paz es ya imparable. Lo atestigua la promulgación, el pasado día 12, de la Constitución provisional, prevista en el amplio programa de reformas políticas acordado en febrero pasado entre el Gobierno de Pretoria y Mandela. Es cierto que el líder del ANC prefería que en los comicios generales y multirraciales, confirmados para el 27 de abril de 1994, se hubiera elegido un Parlamento constituyente; hubiera sido la forma de que Suráfrica se diera un texto constitucional acorde con los deseos de la mayoría negra. En aras de la paz y para no crearse más dificultades con Buthelezi o agravarle al presidente De Klerk las suyas con la extrema derecha, Mandela aceptó finalmente que se aprobara ahora un texto provisional negociado entre todas las partes presentes en la mesa de negociación (26 partidos y grupos de todas las razas y convicciones).

La Constitución provisional, que será aprobada hoy en solemne sesión, será el texto que regirá la vida política durante los próximos cinco años. En 1998, el Parlamento la confirmará o promulgará otra. Es interesante que el jefe Buthelezi haya obtenido, en ausencia, las dos concesiones que pretendía: un texto promulgado ahora y una estructura de Estado que lo tiene todo de federal menos el nombre. No le ha bastado, sin embargo, y ha decidido colocarse en la oposición antidemocrática. Pero, aunque ello pueda ser anuncio de mayor violencia, nunca más lo será de marcha atrás en un proceso de concordia que se ha hecho irreversible.

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