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Entrevista:

"Deberían abrir más salas como la Cuarta Pared"

Las luces del teatro Albéniz iluminarán esta noche a un actor que debuta en la escena profesional madrileña. Ernesto Alterio, de 23 años, lo confiesa: "Sí que estoy nervioso". En sus ojos es fácil adivinar la ilusión con la que espera la alternativa, que le llega con la obra Muelle Oeste, de Bernard Marie Koltes. Se trata de una visión descarnada de las ciudades occidentales. Con un ritmo teatral frenético, en ella confluye la población más desarraigada de las grandes urbes. Al terio, que nació en Buenos Aires, pero vive en Madrid desde los cuatro años, dará vida a Fak, el único personaje de la obra del que no se conoce la procedencia. Sin embargo, el hijo de Héctor Alterio llega al teatro avalado por un apellido muy conocido. "Soy consciente de que es un privilegio debutar en estas condiciones, pero también es cierto que algunos me van a observar con más dureza", admite.

Pregunta. ¿El apellido le favorece o le pesa en este debú teatral?

Respuesta. No voy a negar que me abre puertas. Mi apellido es conocido en el mundo teatral. Pero hay veces en que tienen los ojos puestos en ti y piensan con malicia: "A ver cómo lo hace el hijo de Alterio". Por un lado es un peso. Es un listón que tienes que superar hasta que dejas de ser el hijo de.

P. El discurso de las obras de Koltes es muy denso y exige mucho de los actores, como debú no está mal, ¿no?

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R. La verdad es que la experiencia es muy fuerte, es todo un reto, Pero me siento con fuerzas para afrontarlo. Ya hemos actuado en Alcalá de Henares, en Torrejón y en Valladolid, y nos ha ido muy bien. En estos sitios he podido sentir cómo el público se dejaba enganchar por la obra. Y esto me encanta, llevar a los espectadores de la mano y que se metan en lo que tú les estás contando.

P. Su personaje en la obra es Fak, un hombre que está continuamente en lucha con los demás. ¿Con qué habitantes de Madrid lo identificaría?

R.Fak es un superviviente de la urbe que ha desarrollado unos mecanismos de supervivencia que lo obligan a pisar a cualquiera que se ponga en su camino. Andando por el centro de Madrid, mucha gente se rige por este mismo código de la supervivencia, del día a día. Su mirada da miedo al que pasa a su lado porque es la mirada de la necesidad, como la de mi personaje, y a pocos les gusta advertir esos ojos.

P. Koltes sitúa la obra en el muelle oeste de Nueva York, un sitio aislado por el río Hudson, y allí sólo viven los desheredados. ¿Dónde lo situaría usted en Madrid?

R. El escenario, para mí, sería la Gran Vía, con el ambiente marginal que tiene habitualmente. Pero la trasladaría al otro lado del Manzanares para que quedara aislada, como ocurre en la obra de Koltes.

P. ¿Le ve a una gran urbe como Madrid su lado amable?

R. Sí, el lado amable de Madrid lo tiene la ciudad en sí misma. Es un sitio al que siempre vuelves. Yo, a pesar de haber nacido en Buenos Aires, le tengo un cariño enorme a esta ciudad, a la que siempre vuelvo. Y además siempre la encuentro cambiada. Su magia está en caminar por el Retiro en otoño. Me encanta el barrio de Chamberí, y sobre todo el Rastro.

P. ¿Se puede hacer teatro en Madrid siendo joven?

R. Me siento un privilegiado por poder actuar así. Pero mucha gente se las está viendo negras para poner sus obras en escena. Y encima ahora intentan cerrar salas como la Cuarta Pared. Me parece la leche que encima de que no hay medios ataquen a estos escenarios. Deberían abrir más aún.

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