Yeltsin critica a Grachov por resistirse a reprimir la revuelta de octubre
El durante semanas discreto enfrentamiento entre el presidente de Rusia, Borís Yeltsin, y su ministro de Defensa, Pável Grachov, estalló ayer de manera espectacular. Ante decenas de millones de telespectadores, en la hora de máxima audiencia, Yeltsin criticó anoche con tono airado a Grachov por su pasividad a la hora de cortar por la fuerza la rebelión del 3 de octubre. "Yo no tuve miedo a morir", dijo al responder a la pregunta sobre sus temores de aquella jornada crítica. Y agregó: "Mi temor era si el ministro de Defensa iba a cumplir o no su palabra".El presidente ruso repitió por dos veces que las tropas del Ministerio de Defensa reaccionaron tarde a la hora de defender el edificio de la televisión del ataque de los opositores armados. "Cuando iban a ir ya no había nada que hacer", precisó, después de subrayar que fueron las fuerzas de Interior las que defendieron ese centro vital.
Yeltsin aseguró que hasta las tres de la madrugada del lunes 4 de octubre no estuvo "todo arreglado". "Ellos [el alto mando militar] necesitaban que yo les diera la orden. Mi opinión era que el ministro de Defensa no tenía que esperar ninguna orden. Finalmente, en una situación así, el comandante general [Yeltsin] tuvo que decidir. [El ministro] probablemente creía que algunos comandantes no iban a obedecerle", agregó. Fuentes contrastadas aseguran que el general Grachov exigió que la orden de intervención militar la diera el presidente por escrito.
Peligro de golpe
El líder ruso parece dar así la razón a los comentaristas que desde varios diarios reformistas han venido pidiendo la destitución del general Grachov por sus reticencias a utilizar la fuerza contra los defensores de la Casa Blanca. Coinciden además con una seria advertencia sobre el peligro de un golpe militar hecha ayer por el viceprimer ministro Serguéi Shajrái. Según éste, las elecciones y el referéndum constitucional del 12 de diciembre son la última oportunidad que tiene Rusia para evitar situarse ante un dilema indeseable: "O desintegrarse o convertirse en un Estado gobernado por el Ejército".
La larga entrevista a Yeltsin se emitió cuando el presidente se había desplazado a Tula, una ciudad típica del complejo militar-industrial donde hoy presenciará unas maniobras de la división aerotransportada que intervino en los sangrientos acontecimientos de octubre.
Las maniobras las presenciarán también los jefes de la administración (gobernadores) de la mayor parte de las provincias, que ya ayer acompañaron a Yeltsin en su visita a una planta de lanzamisiles Grad transformada en fábrica de electrodomésticos. Ante ellos insistió en la necesidad de continuar con los recortes de la producción bélica, pero al mismo tiempo subrayó que no se puede permitir "que en investigación y diseño militares Rusia quede por detrás de los países avanzados".
[Los diputados del sóviet de San Petersburgo rechazaron ayer su autodisolución, como ordena el decreto de Yeltsin del pasado 6 de octubre, informa France Press. El consejo municipal ha decidido mantenerse hasta las próximas elecciones].
En el proceso de desaparición de vestigios del antiguo régimen le tocó ayer el turno al museo de Lenin, que se convertirá, probablemente, en sede del parlamento de la ciudad de Moscú elegido el 12 de diciembre. "Es fácil cerrar un museo, pero es muy difícil borrar la historia", comentó una de las responsables de la instalación con lágrimas en los ojos.
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