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"Soy feliz, tengo una entrada"

15.000 aficionados guardaron cola toda la noche para ver el partido España-Dinamarca

Miguel Ángel Ruiz, de 17 años, no podía dar crédito a lo que le sucedía. En sus mismas narices le colocaron el clásico cartel: "No hay entradas". La maldición estaba echada. El fatídico letrero se puso a media tarde de ayer en las taquillas del estadio Sánchez Pizjuán. Miguel Ángel, tras casi un día de espera, no logró su objetivo. Él fue uno de los 15.000 aficionados que pasaron en vela la noche del domingo al lunes en una interminable cola cuyo objetivo era conseguir una localidad para asistir al encuentro de mañana entre las selecciones de España y Dinamarca. El último que logró su propósito fue José María Torres, un estudiante de Informática de 21 que compró cuatro entradas para él y su familia. "Soy feliz, las tengo", proclamó. La única que quedaba fue para el taquillero. "También yo tengo derecho", dijo.Los adjetivos empleados para calificar este partido son variopintos. El del gerente del Sevilla, Manuel Vizcaíno, es el más gráfico: "El del siglo". Las 22.000 entradas que se pusieron a la venta se repartieron en ocho horas, en paquetes de cuatro por persona, y se distribuyeron en cuatro taquillas.

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Sevilla no vivía una jornada de colas ciudadanas desde que la Expo 92 fue clausurada hace 13 meses. Las filas en torno al estadio comenzaron a formarse a última hora del domingo. Las informaciones facilitadas por algunas emisoras de radio dieron la voz de alarma y a primeras horas de la madrugada los aficionados eran tantos que daban la vuelta al recinto.

La larga espera se vivió en medio de un ambiente lúdico y festivo, con cánticos (los más, dedicados con sorna al seleccionador, Javier Clemente) y sin incidentes. Los hinchas se llevaron sillas plegables y algunas colchonetas para hacérselo más llevadero. La comida y la bebida tampoco faltaron.

Pero el fin de la noche trajo consigo la tensión. La masiva llegada de gente provocó algunos incidentes que motivaron la primera intervención de la policía. Eran las seis de la mañana y la cola ya daba dos vueltas y media al Sánchez Pizjuán: más de un kilómetro de masa humana. Unos 500 efectivos de las Unidades de Intervención y el escuadrón de caballería del Cuerpo Nacional de Policía intentaron mantener el orden hasta que a las 10 de la mañana se abrieron. las taquillas.

Lipotimias y heridas

La primera hora de venta generó nuevos altercados. Los agentes intentaron mantener ordenada la fila de aficionados para impedir los empujones, pero éstos fueron inevitables. La policía a caballo hubo de cortar la cola en tramos de 20 metros y la tensión se avivó con nuevos incidentes y pequeñas cargas policiales.

Una docena de personas fue atendida por la Cruz Roja de lipotimias, golpes y diversas heridas originadas por las vallas protectoras, con las que se pretendía encauzar a la multitud, pero que se convirtieron por momentos en jaulas para los aficionados aprisionados contra ellas. Muchos incluso optaron a media mañana por abandonar. Otros, en cambio, mostraban triunfantes sus localidades: "Por fin las hemos conseguido" y "ha merecido la nochecita", decían los primeros agraciados.

Pese a todo, seguía habiendo más público que entradas. A las cuatro de la tarde aseguraban en las taquilla que quedaban entre 2.000 y 3.000, insuficientes para quienes todavía aguardaban su turno. Los nervios se incrementaron. La falta de información en general exasperó a los aficionados, que criticaron la organización de la venta. Al final, alrededor de 1.000 vieron incumplido su propósito. Desencantados, se dispersaron con civismo, sin provocar incidentes. Les queda el consuelo del televisor.

Un palco cinco veces más grande

El teléfono sustituye a la cola. El fax a la taquilla. Acceso asegurado al palco del estadio Sánchez Pizjuán sólo lo tienen las muy altas autoridades nacionales, locales o deportivas. Tres ministros tienen plaza fija, los de Educación (Pertierra), Comercio y Turismo (Gómez Navarro) y Presidencia (Rubalcaba). Naturalmente, el alcalde, el presidente de la Junta de Andalucía...De ahí para abajo,

según dicta el protocolo, la federación trata de manejar con cautela las invitaciones. El palco ha sido ampliado de 50 a 250 localidades, pero multiplicar por cinco su capacidad lo hace todavía insuficiente para dar cobijo a las peticiones en curso. Un empleado federativo trabaja con una fotocopia del protocolo de los Juegos Olímpicos y mantiene hasta última hora la solución al enigma. Hay un criterio definido que parte de un extremo: no se admitirán invitados consorte. Las mujeres de directivos o autoridades serán trasladadas a la tribuna, fuera del palco. "Como sucede con la mujer de Villar [presidente de la federación de fútbol', apostilló.

La federación española llegó a tener 11.000 peticiones antes de poner a la venta las localidades. En número parecido llegaron hasta la federación andaluza. La decisión final fue poner a la venta, y a un precio asequible (entre 800 y 3.500 pesetas), todas las localidades posibles. Sin embargo, nadie es capaz de ofrecer el número exacto de las puestas en taquilla, entre otras cosas porque entre el palco de autoridades y el palco de prensa se han comido un buen número de asientos. Sirva como ejemplo que los 250 asientos de prensa ocupan 400 localidades de tribuna.

Y nadie ha podido evitar que prolifere el negocio, como el caso de aquel que haya fletado un autobús de parados desde Córdoba para hacer cola en el estadio. Y no es un ejemplo. A mil pesetas por entrada conseguida, la federación hizo sus cálculos: cualquier inversor puede obtener una ganancia neta de tres millones en la reventa.

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