Callar en Madrid
Madrid es el mejor sitio del mundo para soñar con hacerse cartujo. Es una cantera insuperable de vocaciones contemplativas. De nada sirve decir, como en el Tenorio, "cuál gritan esos malditos", porque no hay munícipe que haga pagar a nadie, incluido uno mismo, gritos y bocinazos, ruido de hierros, voces destempladas o clamor de pareados de protesta. Ciudad estentórea donde las haya, y ostentórea también, como diría uno de sus más gárrulos hijos; el programa más ambicioso que se puede concebir para Madrid es una confabulación para el silencio.Hubo, don Ramón del Valle-Inclán lo llamó así, un "Madrid ateniense" que sabía callar. Se cuenta que un día se encontraron en el Buen Retiro don Benito Pérez Galdós, Azorín y el torero Rafael, El Gallo, tres hombres silenciosos, y estuvieron dos o tres horas sin decir una palabra. Al despedirse, uno de ellos dijo: "¡Qué buena tarde hemos pasado juntos!".
Una buena mitad de las palabras que se dicen, cuánto más de las voces que se dan, de los ruidos que se meten, son perfectamente sobrantes. Es hablar por no callar. El Mediodía siente mucho más que el Septentrión el horror vacui de los antiguos, el terror al vacío y al silencio, de cuando se creía que había que ayudar a la naturaleza a llenar todos los huecos. Pocos pueblos, como Madrid, se han tomado tan en serio esa misión.
Y, sin embargo, aquel Madrid ateniense en el que se forjó lo que pudo llamarse la edad de plata de la literatura y del pensamiento, el Madrid de la Residencia de Estudiantes y de la fundación, hace ahora 70 años, de la Revista de Occidente, tiene una bella efeméride que viene a cuento recordar aquí. Con motivo del aniversario, la revista publicó, en su número del pasado verano, una antología del contenido de su primera etapa, comprendida entre 1923 y 1936.
Uno de los trabajos que más llaman la atención en la antología es la crónica de un día, el 11 de septiembre de 1923, en que un grupo de personas se reunió en el Jardín Botánico para guardar cinco minutos de silencio en memoria del poeta Stephane Mallarmé, en el 25º aniversario de su muerte. Estaban Enrique Diez Canedo, José Bergamín, Antonio Marichalar, Alfonso Reyes, Mauricio Becarisse, Eugenio d'Ors, José Moreno Villa, José M. Chacón y José Ortega y Gasset.
Cada uno de los que callaron por Mallarmé, el poeta de L'art en silence, escribió luego para la revista una cuartilla acerca de lo que pensó durante aquellos "interminables cinco minutos". Lectura recomendada, programa municipal para el horrísono Madrid de hoy.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.