"En casa no se habla del crimen"
Alcasser intenta olvidar el asesinato de tres adolescentes al cumplirse un año de su desaparición
VELERT, Una densa niebla recorre las estrechas y mojadas calles de Alcasser (Valencia), una niebla en la que los habitantes del pueblo intentan envolver los trágicos recuerdos de una pesadilla que arrancó de su lado a Mirian, Toñi y Desirée. Todos quieren olvidar, pero el tiempo se detiene el 13 de noviembre, una fecha en la que no pueden escapar al recuerdo.
Hoy se cumple el primer aniversario de la desaparición de las tres niñas y el comienzo de una búsqueda desesperada que acabó bruscamente en enero, cuando unos apicultores descubrieron sus cuerpos medio enterrados en un monte cercano a Catadau (Valencia). "Lo pasamos muy mal y aunque la vida sigue, los malos sentimientos no han acabado", comenta José Palau, de 65 años mientras toma el aperitivo. Sus compañeros asienten y guardan silencio, como el encargado del local, que se niega a hablar sobre el tema.
La rabia e impotencia de aquellos días ha dejado paso a la normalidad, pero los malos sentimientos afloran cuando se cita al que en la población -de 7.500 habitantes- llaman "mala bestia", "malnacido", "hijo de..." a Antonio Anglés, uno de los dos procesados por el crimen de Alcásser, y que consiguió burlar el cerco policial tras el descubrimiento de los cadáveres.
Camino de la discoteca
"La gente de este pueblo sigue pensando que le dejaron escapar a propósito", dice con ira José. Lo mismo opina Vicenta, de 50 años, convencida de que "le dejaron irse". La "canallada" la revive a través de su hija Susana, de 15 años, que conocía a las muertas y a veces se divierte en la discoteca Coloor, que para Alcásser "ha sido funesta".
Aquel 13 de noviembre, viernes , Mirian, Toñi y Desirée, aceptaron, el ofrecimiento de Anglés, de 27 años, y su acompañante, Miguel Ricart, de 24, de llevarlas en coche a la discoteca Coolor, en la vecina localidad de Picassent, donde ellas pensaban reunirse con unos amigos. No llegaron al local y tampoco regresaron a casa. Cuando encontraron sus restos, los forenses concluyeron que habían sido torturadas, violadas y asesinadas.
"No es posible que hace un ano se escapara el Anglés y aún no se sepa nada", sentencia José. En Alcásser no creen que el presunto asesino muriera ahogado, como informó recientemente una emisora de radio, y tampoco que se halle oculto en la lejana Irlanda. Algunos incluso piensan que se encuentra cerca. "Lo de Irlanda y todo eso son tonterías", asegura Paco, de 50 años.
El bárbaro crimen sacudió al pueblo entero y especialmente a los jóvenes, que como sus compañeras desaparecidas, optan a veces por hacer autoestop para acortar la distancia hasta su lugar de diversión. María, de 16 años, hizo dedo en una ocasión, pero no repetirá. "Intento tomar precauciones, porque esto no se olvida, y el miedo siempre queda", afirma.
Para superar aquel horror fue necesaria la ayuda de varios psicólogos que han tratado de devolver a la normalidad a los jóvenes de Alcásser. "La juventud no debe seguir pensando en aquello y por eso no hablamos de eso", comenta Vicenta Marí, conserje en el colegio público Nou D'Octubre, donde asistía a clases Desirée. "Yo las he tenido a todas aquí y resulta muy duro olvidar", dice, "pero los más pequeños no recuerdan nada, es lógico, y los que son mayores siguen adelante".
Un año después de la desaparición, profesores y padres guardan silencio e intentan no rememorar aquellos días, en los que tanto vieron llorar a sus hijos. "En casa no hablaimos de ello" explica Arturo, de 16 años, que conoció a una Desirée "muy alegre y abierta". "Lo estamos superando", añade Pablo, de la misma edad. No les gusta recordar y la tristeza todavía les embarga cuando se menciona el fatídico aniversario de la desaparición.
Además, no hace mucho, en la fiesta de Todos los Santos, el dolor reunió de nuevo a una parte del pueblo, familiares y amigos, en el cementerio de la localidad, que se llenó de flores.
Ayer también, llegaron flores a la casa de Fernando García y Matilde Iborra, padres de Mirian. Sus compañeros del Instituto La Florida, de Catarroja, la echan de menos y han enviado una corona a la familia.
"Parecía que lo estábamos superando, pero ahora llegan estas fechas y...", susurra Matilde, rodeada de las fotografías de Mirian, que no llegó a cumplir los 15 años. Vestida de negro, el color de todas sus prendas desde que perdió a su hija, muestra conmovida las imágenes. "Yo le hablo, le digo bonita, preciosa, mi niña...".
Mientras, su marido, Fernando, sigue reuniendo firmas para pedir al Parlamento que las penas por delitos de violación y agresiones sexuales sean acumulativas y se cumplan íntegramente sin la posibilidad de que sus autores se beneficien de la libertad condicional.
"En cierto modo, es su forma de superar el dolor", cuenta Matilde, "aunque a veces pienso que es como si no las hubiéramos encontrado, como si continuaran sólo desaparecidas", como hace un año.
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