Añoranza de Fellini
QUIZÁ UNA de las grandes ventajas de la existencia de Federico Fellini haya sido el conseguir en vida los elogios, premios y reconocimientos que suelen otorgarse tras la muerte. A los exégetas del realizador fallecido el pasado domingo les basta con revisar cualquier archivo para encontrar material de sobra con el que recordar al maestro. Es una virtud que consiguen muy pocos y que define perfectamente la valía de su talento.Ganador de cinco oscars de Hollywood, autor de 22 películas, respetado por la crítica, amado por los espectadores del mundo, extravertido, provocador, narciso y genial, Federico Fellini consiguió -según sus propias palabras- "haber hecho de todo para conseguir ser un adjetivo". Y así es: cualquier situación delirante de un barroquismo extremo, pero también cualquier opulencia carnal, admite y sugiere la calificación de felliniana. Conseguir que el caos o la voluptuosidad sean calificados con su apellido es el triunfo de una mirada personal e intransferible sobre la razón.
Atrás quedan las imperfecciones -sin ellas no hubiera sido humano- y los ataques de quienes, en nombre de una indefinida ortodoxia, abominan del placer de la vida cotidiana. En nuestra memoria colectiva, y en las pantallas, quedan sus obras, su tierna y lúcida aproximación a los individuos. El mundo de Fellini, parafraseando su reflexión sobre la música, "( ... ) llena de nostalgia y de añoranza, y cuando concluye no sabes hacia dónde vas. Sólo sabes que es inalcanzable, y esto te entristece".