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TERRORISMO CONTRA EXTRANJEROS

El Gobierno egipcio se apresura a desvincular el integrismo y la matanza de extranjeros

Egipto descartó ayer categóricamente todo vínculo entre el sangriento ataque contra extranjeros en un hotel de El Cairo y el tenaz sabotaje político del turismo por parte de extremistas musulmanes. Según el presidente Hosni Mubarak, el ataque perpetrado en el hotel Semíramis fue obra de un "retrasado mental". De este modo, Mubarak no resta validez a su poco feliz afirmación, hecha horas antes, de que Egipto es "el lugar más seguro del mundo".

Ninguno de los grupos clandestinos activos en Egipto se atribuyó la responsabilidad del ataque y ello en cierto modo daba peso al argumento oficial. Pero es igual. Los extremistas islámicos han amenazado hasta el cansancio. Cometido por un loco o por un terrorista, el atentado tuvo el mismo impacto entre muchos visitantes extranjeros. "Nos largamos de regreso a Europa", dijo un turista griego contactado por teléfono. "Aquí el riesgo es real y no vale la pena quedarse", añadió.Ayer resultaba difícil establecer cuántas cancelaciones de reservas de hoteles se han registrado desde el último incidente. Tras año y medio de ataques contra extranjeros, la vital industria turística egipcia estaba empezando tímidamente a repuntar. Pero el martes por la noche, un hombre bien afeitado, que la policía identificó como un desequilibrado mental, llamado Saber Farahat al Alá, de 28 años, entró en el Semiramis, se sentó en el bar, pidió un zumo de frutas y luego se dirigió al restaurante Faluca. Eran las 22,20 horas y el local estaba lleno. Algunos testigos dicen que mientras extraía un revólver del cinto gritó "¡Alá Akbar!" ("¡Dios es Grande!"), la proclama islámica, y una protesta por la agresión serbia contra los musulmanes de Bosnia. Luego abrió fuego. Los comensales más cercanos comenzaron a caer sobre su cena.

Dos hombres de negocios norteamericanos, Coby Hoffman, de 44 años, y Robert Louis Guidi, de 45, cayeron fulminados instantáneamente. En otra mesa, el eminente jurista francés Fernand Bouland, de 45 años, también murió en el acto. Su acompañante, un abogado italiano llamado Luigi Daga, de 46 años, fue alcanzado por dos disparos y anoche entró en coma profundo. Resultaron heridos otros tres extranjeros y un camarero egipcio que se abalanzó sobre Al Alá. En suma, al menos nueve balazos. Demasiada munición para un sólo revólver. ¿No fue acaso una subametralladora?

Misterios

Ese era tan sólo uno de los misterios en torno al más audaz ataque contra visitantes extranjeros desde que la Gamaá Islamía (Agrupación Islámica) y sus temibles aliados de la Yihad Islámica (Guerra Santa), declararon la guerra a muerte al Gobierno laico de Mubarak y se lanzaron al sabotaje económico en uno de sus pilares: el turismo, que anualmente producía 3.000 millones de dólares.

Los investigadores tampoco han conseguido aclarar la razón por la cual los detectores de metales, una de las innovaciones más raras pero obligatorias en todos los hoteles de El Cairo, no delataron al asaltante cuando entró en el Semiramis. La explicación oficiosa no carece de cierta lógica: Al Alá era una cara conocida en el hotel y pudo entrar por una puerta de servicio. Al fin y al cabo hasta no hace mucho trabajaba allí como músico. La polícia y la gerencia del Semiramis dijeron que fue despedido por su peligroso estado de salud mental.

El nuevo ministro de turismo, Maindúh Baltagui, declaró ayer que Al Alá no era un terrorista musulmán y citó como ejemplo su baja del servicio militar por desórdenes psíquicos. "No hay ninguna relación con la campaña de los terroristas islámicos. Absolutamente ninguna", insistió.

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