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La alcaldesa de Washington implora a Clinton soldados contra el crimen

Antonio Caño

Desde el primero de enero de 1988 hasta el pasado fin de semana han sido asesinadas en la ciudad de Washington 2.605 personas. En el momento de leer esta información serán ya 2.607, más del doble de las bajas mortales sufridas por el Ejército de Estados Unidos juntando la guerra del Golfo, Somalia, Panamá, Granada y Líbano. Esto quiere decir que una de cada 1.250 personas que vive en la capital norteamericana será asesinada este año si el Gobierno no consigue detener esta ola de violencia, mucho más amenazadora para el futuro del país que cualquier conflicto internacional que haya librado últimamente. Con este argumento -el de que el crimen en Washington se ha convertido en un caso de seguridad nacional- la alcaldesa de la ciudad, Sharon Kelly insistió ayer en la necesidad de que el presidente Bill Clinton dé órdenes cuanto antes de desplegar tropas de la Guardia Nacional en las calles de la capital.Saliendo al paso de los que la critican por proponer un excesivo uso de la fuerza, Kelly explicó que las tropas, con idéntica preparación y medios que las del Ejército regular, no perjudicarían la actividad normal de los ciudadanos sino que se concentrarían en la persecución de las bandas de narcotraficantes, el principal origen de la violencia en la ciudad.

La Casa Blanca anunció que el presidente Clinton está considerando la posibilidad de desplegar tropas, aunque antes tiene que valorar el peligro de que la presencia de soldados en las calles provoque que los delicuentes se organicen también en pequeños ejércitos privados y aumente con ello la violencia.

Una guerra entre manos

"Lo que tenemos entre manos es realmente una guerra. Tenemos un problema de enormes proporciones que debe ser afrontado con todos los medios a nuestro alcance", afirmo Sharon Kelly al defender su decisión de solicitar la ayuda de la Guardia Nacional.

La alcaldesa advierte que la policía, por sí sola, es incapaz de contener el crimen. Algunos datos revelados en los últimos días confirman esa incapacidad: en tres de cada cuatro asesinatos cometidos entre 1988 y 1990 ha sido imposible encontrar a los autores. Muchos de ellos son ya casos definitivamente cerrados. Cuando los agentes de policía se encuentran con cinco asesinatos en una semana, obligatoriamente se ven obligados a elegir uno o dos como máximo en los que concentrar la investigación. Los demás, simplemente, se olvidan en el cajón.

A eso se suman otros problemas que agravan la situación. Una tercera parte de los delincuentes detenidos son declarados inocentes en los juicios. En otros casos, los autores son adolescentes que no pueden ser judicialmente tratados como adultos. La mayoría de los delitos son cometidos por la noche, en calles del sureste de la ciudad y tanto las víctimas como los autores son habitualmente negros.

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