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Llevamos un montón de años elucubrando sobre la posible existencia de vida inteligente más allá de este grano de arena con evidentes tendencias autodestructivas que es la Tierra. A través de miles de libros, cientos de seudoprogramas de televisión (la mayoría desalentadores por su falta de rigor), sesudos estudios y algún que otro listo que se ha apuntado al carro, se discute largo y tendido sobre el sí y el no, el más allá y las civilizaciones que habitan por ahí fuera. Detrás de cada certeza se colocan un sinfín de teorías más o menos convincentes (la de que "ayer estuve de copas con un ET que luego, a las seis de la mañana, me llevó a dar una vuelta en su platillo", es de las poco convincentes, sección alucines etílicos). Mientras se teoriza, muchos aportan ejemplos prácticos. Millones de norteamericanos afirman haber tenido contacto con extraterrestres, en Perú viven una auténtica avalancha de visitantes, y en España, Caterine Fullop sufrió un revelador traslado en el tiempo.Pues bien, nuestro gozo en un pozo, pues, según un estudio realizado por Carl Sagan (sí, el de Cosmos), resulta que, desde el espacio, la Tierra presenta pocas señales de vida inteligente. O sea, que somos nosotros los causantes de la incomunicación.

Alguno pensará que no hace falta irse al espacio para saberlo (y no le falta razón), pero la noticia es un jarro de agua fría para todos los amantes de los encuentros en la tercera fase. Razonamiento: si suponemos que los extraterrestres son inteligentes, no van a perder el tiempo visitando y explorando sitios donde no hay apariencia de una coherente actividad cerebral. Es de cajón.

Según el artículo publicado en este periódico, "el único indicio de vida inteligente lo proporcionó el análisis de las señales de radio" (no se especificaba si se había analizado el zapatazo de Norma Duval a J. G. Arnau en el programa de Luis del Olmo, lo que seguramente hubiese dificultado el veredicto). Con este pequeño bagaje intelectual, no nos queda más remedio que aceptar la realidad. Aquí no va a venir nadie, y además es mejor, porque a ver cómo les vamos a explicar que siendo inteligentes nos matamos entre nosotros, nadie es capaz de arreglar el tráfico en Madrid, nos regodeamos electrónicamente del dolor ajeno y estamos cargándonos el ecosistema. Aunque en esto último nos queda la posible coartada de que estamos en la Tierra de paso, y que cuando acabemos con ella nos mudaremos a otro planeta.

No queremos contactos. Debemos seguir creyendo que somos los únicos. Sería bochornoso tener que explicar nuestras muchas y sonrojantes miserias.

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