Muchos más de cuatro gatos
En El País Madrid del 9 de octubre, José Méndez afirma que el jazz nos llegó desde París en los años sesenta de la mano de Julio Cortázar. Es como si dentro de 30 años alguien dijera que lo había traído desde San Sebastián Antonio Muñoz Molina a finales del siglo XX.He desempolvado una agenda de 1956, o sea, anterior en cuatro años al comienzo de la década citada. Encuentro en los días 14 y 15 de marzo la siguiente anotación: "Carlos III, Lionel Hampton". En uno de aquellos conciertos saludé a Elena Santonja, a quien no veía desde tres o cuatro años antes, cuando ambos formábamos parte de un grupo de amigos bautizado pomposamente con el nombre de Jazz Club de Madrid. Ella, Elenita, era la musa inspiradora y aglutinante del grupo, y me gusta decir ahora que de lo que verdaderamente entiende (aparte de pintura, naturalmente) no es de cocina, sino de música de jazz.
No era una organización formal, con sus cuotas y su junta directiva, sino una peña que se reunía en los bajos de Fuyma (recuerdo después otra cafetería en la calle de las Infantas) para oír discos comprados, eso sí, en París. Estoy seguro de que los aficionados al jazz éramos entonces en Madrid muchos más de cuatro gatos, pues pocos años más tarde la sala del Carlos III pudo llenarse dos noches seguidas para oír al genial vibrafonista. Pero, por supuesto, no fuimos los primeros.
Brindo al autor del artículo estos datos -más anecdóticos que históricos- que otros integrantes de aquel grupo, dotados tal vez de mejor memoria que la mía, podrían, sin duda, ampliar.
Añadiré finalmente una extrañeza: no se menciona otro de los templos del jazz de aquella época: el colegio mayor San Juan Evangelista,-
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