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El jeroglíflico por escudo

Tortugas, botas, ollas con serpientes y escuadrillas de aviones surcan la curiosa heráldica de los pueblos madrileños

Vicente González Olaya

Una escuadrilla de aviones, 12 tortugas, un zapato o un par de ollas repletas de serpientes pueden ilustrar la incógnita de un jeroglífico. Pero también sirven como símbolo heráldico de un municipio.

Nada más lógico que Getafe haya repartido su blasón entre el Sagrado Corazón de Jesús y 12 aviones: en su término municipal se levantan una base aérea militar y el monumento del Cerro de los Ángeles.

Igual de sencillo resulta encontrar la relación entre Galapagar y los 12 galápagos de oro que ocupan el centro de su escudo. O de la bota, sobre campo de gules (rojos), que cubre la mitad del broquel de Chapinería: responde a la existencia, en sus orígenes, de un grupo de fabricantes de chapines (zapatos) en la misma zona.

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¿Y las serpientes? En el escudo de Batres, cuatro ofidios surgen de dos calderos, fajados en gules, para recordar los blasones de antiguas familias feudales de la comarca.

Para gustos se hicieron los escudos. Sin embargo, ponerse de acuerdo para encontrar los blasones representativos de todas las poblaciones no resulta. tarea fácil. De los 179 municipios que componen la Comunidad de Madrid, por el momento, sólo 74 han llegado a legalizar sus broqueles, y 22, sus banderas.

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Armas y acueductos

La historia marca su impronta en los blasones con las armas de los señores que tuvieron jurisdicción sobre los territorios madrileños. La geografía, por el curso de los ríos, los cerros o los valles. También la arquitectura ha dejado huella en los castillos, torres, acueductos, puentes o palacios. Y hasta los santos tienen un recuerdo en los blasones.

Por ejemplo, en los escudos de La Cabrera, Zarzalejo y Pozuelo del Rey, están -por el mismo orden- la cabra, la zarza y el pozo. Obvio. Los árboles también cuentan con su hueco en la heráldica madrileña. En Fresnedillas, cinco fresnos sobre oro son representados en el escudo municipal, mientras que en Villar del Olmo un solitario olmo ocupa la mitad izquierda del blasón de la localidad.

Los animales campan a sus anchas igualmente por los escudos. En el de la villa de Parla, una de las últimas avutardas madrileñas se mantiene solitaria.

La osa y el madroño

Y en Madrid, contrariamente a lo que comúnmente se cree, una osa -y no un oso- ocupa el centro del broquel de la capital. El concejo de la villa eligió un animal femenino para diferenciar sus posesiones de las pertenecientes a la poderosa Iglesia madrileña, que había utilizado un oso macho.

Claro que siempre hubo municipios con una heráldica mucho más modesta. En Colmenar Viejo, 11 colmenas orlan, en bordura, el blasón local, mientras que en Alcorcón tres ollas vacías -en clara referencia al origen alfarero del municipio sureño- ocupan la mayor parte del escudo municipal.

Mientras tanto, algunos ayuntamientos usan escudos o banderas sin la correspondiente documentación histórica que acredite su rigor histórico. O están pendientes del dictamen de las reales academias para que la Comunidad de Madrid, que ostenta la competencia para autorizar las novedades heráldicas, proceda a su aprobación. La mayoría de los ayuntamientos, sin embargo, parece que prefiere no recurrir a los símbolos para dejar la marca de su pedigrí.

El libro Banderas y escudos de la Comunidad de Madrid, cuyo segundo tomo será editado el año que viene por la Consejería de Cooperación del Gobierno regional, da fe de la curiosa heráldica madrileña.

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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