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El poder de los fusiles

El Ejército musulmán de Bosnia impone seguir la guerra para ganar más territorio

Ramón Lobo

ENVIADO ESPECIAL Aunque la Armija, el Ejército bosnio de mayoría musulmana, asegura no entender de política, sus hombres son algo más que un factor en las decisiones del presidente Alia Izetbegovic. Son un auténtico poder en la sombra. La gran mayoría de sus miembros son contrarios al plan internacional de paz que supone la partición de Bosnia-Herzegovina en tres Estados étnicos. Los mandos de la Armija en Mostar, Jablanica, Gorni-Vakuf y la zona de Vitez se sienten capaces de derrotar en el campo de batalla al Consejo de Defensa Croata (HVO), arañar algunos kilómetros de territorio y apuntalar las fronteras más meridionales de lo que será el primer Estado musulmán de Europa: la futura Bosnia.La batalla más cruenta de todas se libra en la vieja Mostar, ciudad que los croatas bosnios reclaman como capital de su futuro Estado. La lucha de meses en torno a la capital de Herzegovina ha espoleado a los musulmanes, que han obtenido algunas victorias militares en las últimas semanas.

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Ni una lágrima se mueve

En el sector Este de Mostar, donde viven hacinados unos 50.000 musulmanes, sólo existe un poder: la Armija. Nada, ni una lágrima, se mueve sin su permiso La zona oriental de Mostar es una ciudad militarizada. Pese a los continuos altos el fuego las granadas croatas no cesan de caer cuando. al otro lado cambian de guardia y llegan tropas de refresco cargadas de alcohol.

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Una población aterrada por el miedo a la muerte sueña con huir. Sin embargo, para salir de aquí hay sólo dos caminos: estar en una lista del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), pactada con croatas y musulmanes, o pagar 2.000 o 3.000 marcos a las mafias locales.

Los convoyes humanitarios cargados de alimentos y medicinas no llegan con excesiva frecuencia a Mostar. Como en toda Bosnia central. Pero estas carencias afectan más a los musulmanes -privados de una retaguardia abastecida- que a los croatas, que cuentan con amplias zonas agrícolas, para poder seguir la guerra.

Los combates o la tensión existente en los frentes de guerra han impedido un reparto organizado y constante de las ayudas. En los almacenes de ACNUR en el puerto croata de Ploce y en Metkovic, ciudad fronteriza con Bosnia, se amontonan en la actualidad 23.000 toneladas de ayuda. ACNUR utiliza tan sólo 700 toneladas cada semana. Aunque la gente de Mostar tiene miedo a hablar, no hay duda de que están hartos de la guerra. Algunos, como Céline, prefieren "una paz injusta", aunque sea al precio de perder territorio.

Pero ésta no es, desde luego, la opinión oficial de la Armija. Esad Humo duerme poco, pero no tiene cara de cansado. A sus 32 años, este antiguo arquitecto, casado y con dos hijos, es el comandante de la temida 41 brigada del Ejército bosnio. Su cabeza tiene puesto un precio. Los croatas lo odian. Le conside ulpable de sus últimos reveses militares. Cuando no lucha, se reúne con sus capitanes en un sótano búriquer de un edificio semidestruido por la artillería. Estudia mapas. Prepara ataques. Humo entiende la desesperación de la gente de Mostar, pero asegura que no existe otra opción que combatir.

"Yo no lucho por una idea, ni por dinero, ni por diversión, como hacen los croatas. Yo lucho para sobrevivir", espeta clavando una mirada como si fuera un cuchillo. "Si ellos pierden esta guerra tienen un país (Croacia) donde refugiarse. Si pierdo yo, no tengo nada; estoy muerto"

Este comandante militar niega rotundamente que la Armija esté recibiendo armas de los serbios, como denuncia insistentemente el HVO. "Esa es un mentira estúpida" exclama. "Es como si yo ahora digo que usted es un espía. Sabemos que es mentira, pero aquí le detendrían". Safet, un oficial de inteligencia del estado mayor del general Ari Pasalic, jefe del IV Cuerpo de la Armija, redunda en esta negativa y asegura que las armas del Ejército de mayoría musulmana proceden de las fábricas bosnias y del comercio negro con los croatas.

Algunas organizaciones humanitarias privadas que operan en el área de Mostar afirman que la Armija se incauta de una parte de la ayuda humanitaria, que después desvía para la adquisición de armamento. Este extremo no ha podido ser confirmado por las Fuerzas de Protección de las Naciones Unidas (Unprofor).

Cometer excesos

Humo no cree en el plan de paz de David Oweri y Thorvald Stoltenberg, pues "no es la solución al problema", asegura. "Puede ser que con las presiones internacionales las tres partes terminen firmando algo, pero cuando ustedes vuelvan la cara preocupados por Rusia, aquí se volverá a la guerra". "Estamos todos muy cansados. Exhaustos. Necesitamos un descanso. Puede que haya paz, sí, pero ¿por cuánto tiempo? Una semana, un mes, un año".

No obstante, Humo reconoce que la Armija ha podido cometer algún exceso contra la población civil en zonas de Bosnia central. "Todos los ejércitos del mundo tienen ovejas negras, incluso los Estados Unidos tuvieron criminales de guerra en Vietnam", dice con gran tranquilidad.

Humo asegura que tiene buenas relaciones con el batallón español, al que agradece su ayuda. Pese a los momentos de tensión vividos durante el secuestro de un convoy humanitario a finales de agosto, la presencia permanente de cascos azules españoles en este sector contribuye a un buen diálogo.

El comandante musulmán de Mostar considera que los serbios son más honestos que los croatas. "Un serbio te dice que te va a matar y te mata. Un croata, te invita a comer como amigo y luego te clava el puñal".

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