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El Ayuntamiento tiró el teatro Lavapiés pese a ser un bien de máxima protección

El edificio albergaba la emblemática sala El Mohno Rojo

El Ayuntamiento de Madrid derribó el teatro Lavapiés y la antigua sala El Molino Rojo -ambas en el mismo inmueble- pese a tratarse de un edificio protegido y saltándose la dura tramitación que se impone en estos casos. Según testifican fuentes autonómicas, las autoridades locales no informaron a la Comisión Mixta Ayuntamiento-Comunidad sobre Defensa del Patrimonio, único organismo competente para evaluar y dictaminar.

La comisión mixta debe examinar los expedientes de ruina que afecten al casco histórico y a los edificios catalogados.El inmueble fue derruido el pasado julio, y el examen posterior de la documentación ha permitido hallar las supuestas irregularidades.

El gobierno municipal del PP no precisó ayer qué se pretende hacer exactamente con el solar -que, como el edificio, es de su propiedad desde 1987-, pero fuentes de la oposición aseguran que se intenta trasladar a ese lugar un centro comercial de alimentación y un aparcamiento, sitos ahora en la manzana próxima. Estos informantes ignoran a su vez qué ocurriría con ese segundo solar.

El teatro tenía adjudicado el grado de protección I, el máximo posible. Ello significa que estaba protegido el edificio y también el uso. Es decir, si fuera derribado por ruina o accidente (un incendio, por ejemplo), el nuevo inmueble debería ser destinado al mismo fin, y procurando reproducir el estilo arquitectónico y decorativo.

El edificio derribado fue construido a finales de los anos cuarenta y albergó una de las salas de fiestas más emblemáticas de la posguerra. El teatro Lavapiés alternó exhibiciones cinematográficas y teatrales. La última obra representada fue Es mentira, de Jesús Campos, en marzo de 1981. El Molino Rojo funcionó hasta 1983.

"Es indignante", dice el director de Patrimonio

Los vecinos de la calle del Tribulete -llamada así por el nombre de un juego que practicaban los vecinos en la calle- vieron con alegría el pasado julio la llegada de grandes maquinarias de construcción y obreros. Las molestias que pudieran sufrir les compensaban. Pensaron que por fin empezaban las obras de restauración y adecuación del teatro Lavapiés y de El Molino Rojo, ambos situados en el número 16 de una de las calles más castizas del barrio de Lavapiés. Su asombro fue grande. No sólo no lo arreglaron sino que el edificio se convirtió en poco tiempo en un solar. El Ayuntamiento de Madrid, propietario del inmueble, lo mandó tirar: "Sin encomendarse ni a Dios ni al diablo", según dice Andrés Peláez, director del Centro de Documentación Teatral y del Museo Nacional del Teatro, y testigo del derribo.Todas aquellas actuaciones no figuran en el expediente del edificio que obra en la Gerencia Municipal de Urbanismo. No obstante, en el área de Protección de la Edificación del Ayuntamiento afirman que se solicitó expediente de ruina inminente y se demolió el edificio tras informar a la Dirección de Cultura de la Comunidad de Madrid y al Departamento de Patrimonio Municipal y Conservación de Edificios Municipales. Sin embargo, en la Dirección General de Patrimonio Cultural lo niegan y se mostraron "espantados" al enterarse por EL PAÍS de la demolición.

En la Gerencia Municipal de Urbanismo no se halló ayer ningún expediente sobre el teatro Lavapiés posterior al año 1985, por lo que no parece haberse solicitado ningún expediente de declaración de ruina y en consecuencia no existe la licencia de derribo.

Recomendación de derribar

Fernando Macías, arquitecto jefe del área de Protección de la Edificación, cuenta que cuando el Ayuntamiento se fue a hacer cargo del teatro Lavapiés, en febrero de 1993 (pese a que lo había comprado años antes), encontró okupas, y la cubierta de cobre había sido parcialmente robada. También afirma que de las tres vigas metálicas que soportaban el techo de El Molino Rojo, la del centro estaba derruida y en su caída había deteriorado otros elementos. "Cuando entró Protección de la Edificación", dice Macías, "como vimos que era un edificio protegido, se llevó el asunto a la Comisión de Patrimonio, con la recomendación nuestra de demolerlo y la propuesta de un expediente de ruina inminente". Pero Miguel Ángel Castillo, director general de Patrimonio Cultural -y por tanto uno de los miembros de la comisión a la que se refiere Macías-, niega que se haya tratado el asunto.

El Ayuntamiento se ocupó del teatro el 19 de febrero de 1993, ante la petición del Servicio de Conservación y Obras, según Macías. Sólo habían transcurrido 50 horas desde la destitución de Ángel Matanzo como concejal de Centro, quien no quería demoler el edificio porque pensaba utilizar el teatro y El Molino Rojo para hacer un centro cultural dedicado a espectáculos ligados al tipismo y casticismo madrileño.

La declaración de ruina inminente -cosa distinta de un expediente de ruina y que no figura en el expediente del edificio- se produjo por decreto del gerente de Urbanismo -sin más trámites- y tiene fecha de 22 de febrero de 1993, según Macías. Pocos meses después, en julio de 1993, se lleva a cabo la demolición.

Castillo, director general de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, mostraba ayer su sorpresa: "Es indignante, es rotundamente falso que se nos comunicara algo..., ni se ha dado conocimiento sobre ese tema, ni se ha estudiado, ni discutido, en la reunión de la comisión mixta del Ayuntamiento-Comunidad de Madrid sobre defensa del patrimonio histórico, y por lo tanto la comisión no sabe nada del mismo".

"En contra del acuerdo"

Castillo se muestra especialmente preocupado porque cree que cosas así pueden afectar al normal funcionamiento de la comisión mantenida entre ambas administraciones: "Afortunadamente, funciona muy bien, se reúne todas las semanas para evaluar y dictaminar sobre numerosos expedientes de este tipo". Y añadió: "Me entero por usted de que este edificio se ha demolido; esa decisión va en contra de un acuerdo de la propia comisión de que todos los expedientes de ruina que afecten al casco histórico y a edificios catalogados debían ser informados por dicha comisión".

Andrés Peláez, director del Centro de Documentación Teatral y del Museo Nacional del Teatro del Ministerio de Cultura, fue testigo excepcional del derribo, ya que en esas fechas vivía en el edificio situado frente al teatro Lavapiés. "Me quedé de estuco cuando vi bajar un telón definitivo", dice, "sentí una impotencia tremenda y observé una vez más algo que tiene mucho que ver con la política del PP...; con este partido al frente de cualquier Administración no sólo no se crean teatros nuevos, sino que se cierran o se derriban". Según Peláez, el teatro era una "bella bombonera", que habría sido muy apropiado para el género chico.

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