Doble fila
Madrid ha quedado reducido a la cuarta parte -palmo más, palmo menos- de lo que era hace unas décadas. No es que haya encogido, ni que algunos de sus barrios hayan proclamado la independencia. La medición ha sido efectuada sobre su callejero, y de los oportunos estudios artísticos se infiere que, donde antes podían pasar cuatro automóviles simultáneamente, ahora pasa uno, y eso si lo permiten los que se encuentran en doble fila.En sentido contrario, si la autoridad municipal resolviera el problema de las dobles filas, Madrid crecería cuatro veces sobre su actual capacidad de circulación, y entonces, además de poseer la categoría de villa y corte, sería Jauja.
No es cuestión baladí la que aquí se trata, ni carece de casuística. Cualquier ciudadano madrileño podría aportar sus experiencias al respecto. La calle de Castelló, sin ir más lejos, es buen ejemplo, aunque lo mismo valdrían otras donde se producen parecidas peripecias. La calle de Castelló, tramo comprendido entre General Oraa y María de Molina, queda cegada los días lectivos por gran cantidad de vehículos que sus conductores dejan en doble fila y, naturalmente, es imposible circular por allí.
En la acera de los impares hay apartamentos y oficinas; en la de los pares, abundante comercio, con un supermercado -llámanle Alonso-, y esta confluencia de negocios provoca una concentración motorizada de los que arrumban a la carga y descarga, de los que hacen una gestión, de los que van a por tabaco y ahora vuelvo, de los que tienen mucha cara.
Todos ellos dejan los coches, los camiones y las furgonetas en doble fila, puede ser en tercera fila; a veces lo que está en tercera fila es la mercancía de la carga y descarga, nabos y cebollas, cartonaje y azulejería, ropas de vestir y cuadros para una exposición. Mientras tanto, otra hilera de coches que pretendía pasar permanece en ruidosa espera, ronronean los motores, truenan las bocinas, humean monóxido de carbono los tubos de escape, y la caravana quizá llegue hasta los confines del distrito, taponando bocacalles y formando un monumental atasco.
Curiosamente, en el bloque de los apartamentos y las oficinas, un gran cartel anuncia: "Aparcamiento. Plazas libres". Y es verdad: no sólo tiene plazas libres, sino que suele estar vacío.
La autoridad municipal dispone de una flota de grúas para solucionar los problemas que plantean los coches en doble fila, es cierto, pero nunca he visto una grúa en ese tramo de la calle de Castelló, y si la he visto, no me acuerdo.
¡Oh, qué gran Madrid sería éste si lo dejaran crecer.
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