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Reportaje:

Al 'cole' cuando canta el gallo

Cuatro escuelas abren a las 7.30 para niños cuyos padres están obligados a madrugar

Llegan soñolientos, desayunan, aprenden a lavarse los dientes y juegan. Después entran a clase con el resto de sus compañeros. Cuatro colegios de barrios periféricos de Madrid abren sus puertas a las siete y media de la mañana para acoger a niños de familias obligadas a madrugar que no tienen con quién dejar a los pequeños.La experiencia, impulsada por la oficina de ayudas a los barrios del sur (OCAP) de la Comunidad de Madrid y coordinada por la Federación de Padres de Alumnos Giner de los Ríos, se ensayó durante los meses de mayo y junio en nueve centros escolares. Otra decena de escuelas han solicitado ingresar en el programa y una treintena se han interesado por conocer sus condiciones.

A Noelia, de siete años, le pesan hasta las pestañas. Sentada junto a otros niños, apoya la cabeza en la mesa del comedor escolar. A su lado, Dani, de cuatro años, despejado a pesar de la hora, se dedica a preguntar a sus compañeros a ver si saben qué es un caimán. Mientras unos cabecean y otros mantienen conversaciones delirantes, la cocinera va preparando tazones de leche, zumos y platos de galletas.

Poco a poco van llegando nuevos escolares al comedor. Al final son 40 los chiquillos reunidos en el comedor del colegio Manuel Sainz de Vicuña, en Moratalaz. Tres monitores les cuidan y les entretienen hasta que llega la hora de entrar a las aulas.

De prisa y corriendo

Consuelo, de 33 años, lleva de la mano a su hijo de cuatro. "Mi marido y yo entramos a trabajar a las 8.30, así que teníamos que coger a una chica sólo para que lo trajese a clase", explica. "Otras veces venía con una vecina, pero el desayuno se lo daba yo deprisa y corriendo y el pobre crío andaba siempre nervioso", añade. "Ahora se le ve más relajado", apostilla."Hombre, los primeros días sí que tienen mucho sueño, pero les acuestas más temprano y acaban acostumbrándo se", asegura Chelo, de 32 años, madre de dos niñas. "Además, están con sus amiguitos", añade. Una escena similar se repite a la misma hora en el colegio Américo Castro, de San Blas, y en el Cuba, de Latina. Esta misma semana se incorporará también el Haití, de Carabanchel. Los cuatro centros iniciaron esta experiencia piloto el pasado curso y han repetido.

Otros tres, el Severo Ochoa, de Vicálvaro; el Juan de Herrera, de Vallecas Villa, y el Doctor Tolosa Latour, del Puente de Vallecas, ensayaron el proyecto el curso pasado, pero por ahora no seguirán en él, ya que no se han apuntado los alumnos suficientes. En el colegio Antonio Machado, de Carabanchel, y en el Antonio Nebrija, de Villaverde, se lo están pensando.

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Cualquier colegio puede acogerse a lo largo del curso a esta iniciativa si lo solicitan las familias de los alumnos. Pero para que el precio se mantenga en unas 5.000 pesetas mensuales por niño hace falta que en cada escuela se apunten 40 escolares.

Es la asociación de padres de alumnos del centro la que cobra las cuotas y paga a la empresa del comedor, al conserje y a los monitores que cuidan de los pequeños. Las familias de los nueve colegios pioneros que siguen en el programa reciben una subvención del Gobierno regional.

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