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CRISIS DEL ESTADO EN RUSIA

Los moscovitas fueron espectadores de una tragedia en directo en todo el centro de la ciudad

En medio del tiroteo y los cañonazos, frente a la Casa Blanca pero al otro lado del río, se oía pum, pum-pum, pum. Eran unos tambores golpeados por tres budistas a los pies del hotel Ucrania: estaban rezando por las almas de los que en esos mismos momentos morían a unos metros de distancia. La guerra entró ayer en Moscú. "Yo creí que cosas como éstas sólo se veían por televisión. Pensaba que esto podía pasar solamente en Sujumi o Thilisi. Pero ahora está aquí mismo", comentó Yulia Sjólnikova, señalando desde su ventana la Casa Blanca. Hacia la medianoche de ayer seguían escuchándose disparos de francotiradores en todo el centro de Moscú, y en especial en los alrededores del Parlamento ruso.

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Moscú vivió lo que ya conoce desde hace mucho el Cáucaso: el sonido de los disparos y los cañonazos se empezó ayer a hacer familiar para los habitantes del centro de la capital e incluso aparecieron francotiradores que disparaban hacia la calle desde lo alto de los edificios.El drama había llegado, pero frente a la Casa Blanca, en el puente que une la avenida de Kutúzov con la de Nuevo Arbat, muchísima gente contemplaba el ataque al Parlamento como un espectáculo. Familias enteras, con sus niños y sus perros, se parapetaban tras la barandilla de piedra para seguir minuto a minuto el asalto. Cuando la policía antidisturbios los echaba, buscaban palco en el malecón, junto al río sin comprender que estaban dentro del alcance de los fusiles.

Aunque los más comentaban sólo la espectacularidad de los disparos de los tanques, había algunos que mostraban abiertamente su oposición a la actuación de los militares: "¡Vaya, qué valientes! ¡Tirando cañonazos a los que no les pueden responder!", espetaba un anciano a los soldados en el puente. Un grupo de jóvenes discutía sobre lo que pasaba: "Siento vergüenza de esta generación de políticos", decía uno, "porque han traicionado sus ideales y ahora no han podido evitar la sangre". La mayoría de los espectadores apoyaba el asalto y aplaudía cuando un nuevo grupo de paracaidistas marchaba por el puente hacia la Casa Blanca.

Oposición a Yeltsin

Todo lo contrario sucedía, sin embargo, en las áreas cercanas al tiroteo, donde no había espectáculo porque los edificios no dejaban ver el Parlamento. Por las calles y callejuelas próximas al metro de Barricada y en el área de la Embajada de España circulaban de forma continua grupos de jóvenes casi siempre silenciosos, pero que se manifestaban opuestos a Yeltsin en cuanto se les preguntaba. Uno de estos grupos, muy cerca de la citada estación de metro, acogió, a eso de las 10.30, a un civil herido en el tiroteo del Parlamento, lo metió en un coche y se lo llevó al hospital. Apenas 15 minutos después, unos soldados los alejaron del cinturón de circunvalación bajo amenaza de hacer fuego contra todo aquel que permaneciera a tiro de sus fusiles. En la hora siguiente, los soldados dispararon varias veces al aire para empujar al grupo cada vez más lejos del cinturón.

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Cuando ya se habían acostumbrado a convivir con los policías antidisturbios, y sus escudos, a los moscovitas se les ha vuelto a cambiar el paisaje ahora con soldados con metralleta, camiones grises, vehículos blindados y tanques.

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