Lo mejor de Madrid
Me pregunto en qué pensaban los abuelos de los actuales madrileños cuando llamaban a su ciudad los Madriles.
Es Madrid, yo creo, la única ciudad del mundo que admite en su nombre el plural. Por muy cosmopolita que París sea, a nadie se le ocurriría hablar de los Parises y tampoco de los Berlines, las Lisboas o los Londres.
En esta pluralidad reside, me parece, lo mejor que Madrid tiene, y los que pluralizaban su nombre querían aludir seguramente al hecho de que ésta es una ciudad formada por gentes venidas de todas partes y que no pregunta a nadie quién es, de dónde viene o por qué está aquí.
Lo que la palabra quiere decir, me parece, es que hay tantos Madriles como madrileños hay. Y la condición de madrileño desborda totalmente la letra del padrón. Una cosa difícil hay, y es sentirse forastero en Madrid. Será, quizá, porque todo el mundo lo es.
No faltan los que a sí mismos se llaman "rnadrileños de toda la vida". Se juntan diez amigos y a lo mejor hay uno de esa condición que antes se definía diciento: "Yo soy del Foro". Pero incluso el del Foro acaba confesando que su familia vino aquí de otra parte.
No hay que echar instancia alguna, sacar papeles o pasar exámenes para ser de Madrid. No hay más que venir en son de paz. Alfonso VI de Castilla, Napoleón o Franco pudieron comprobar la resistencia de la ciudad a ser tomada por la fuerza.
Con sonrisas la tomaron otros sin que se resistiera, dócil como un campo mostrenco que se deja ocupar. Es el único sitio donde el forastero, nada más llegar, deja de serlo. Racismo, xenofobia, no hay nada más contrario al espíritu de la que fue llamada la capital del mundo.
Ser una ciudad abierta, acogedora, tiene también sus quiebras. A diferencia de otras ciudades, Madrid no tiene defensores frente a quienes pretenden ocuparla, maltratarla, quitar los bulevares, hacer agujeros en sus bellas plazas, malbaratar su patrimonio. Es de esperar que la nueva generación de madrileños, hijos de los que llegaron de fuera y aquí nacidos, sepa comprenderlo.
El historiador Juan Marichal, madrileño de Canarias y que paso anos fuera de España, se definía a sí mismo como voluntario de Madrid. Es una hermosa frase, con ecos de nuestra mejor historia, que al mismo tiempo expresa la necesidad de defender a la ciudad de sus depredadores y el propósito de seguir manteniendo las puertas abiertas para que Madrid siga siendo la ciudad sin forasteros que siempre fue y que es lo mejor de Madrid.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.