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Catorce novillos 'torean' a la policía en los pedregales de Vallecas

El distrito de Vallecas ha celebrado este mes una peculiar temporada taurina. Por segunda vez en 15 días, los astados se dieron ayer un paseo por el distrito, aunque esta vez no llegaron a pisar el asfalto. Catorce reses -novillosde dos a tres años- se dieron un largo paseo desde Perales del Río (Getafe) hasta los campos que bordean Madrid. No hubo cogidas ni corna das, pero torearon atres cuerpos de seguridad durante todo el día y embistieron a un todoterreno. A última hora de la tarde hubo que darles un sedante para devolverles al redil.

A las diez y media de la mañana sonó la voz de alarma: un rebaño formado por 14 reses campaba a sus anchas en los terrenos próximos a la villa de Vallecas, a unos dos kilómetros de la calle de Muela de San Juan.Los tres cuerpos de seguridad del Estado -Policía Nacional, Municipal y Guardia Civil- enviaron al menos una docena de coches patrulla al lugar para mantener a los bichos alejados de la población, aunque no lograban reunir a la manada, que se desperdigaba ante sus ojos por la zona de la Cañada Real.

El grupo más numeroso -cinco novillos negros y coloraos, de unos tres años y 400 kilos de peso- se acomodó tranquilamente junto al pedregoso camino de la Suerte y aguantó impávido uña tormenta repentina. Los agentes no tuvieron la misma paciencia y se guarecieron en los coches.

Capotazo de gorra

A la escampada los astados prepararon la fuga: se apostaron junto al camino -sólo cuatro, el más individualista se había separado ya de la pandilla- y esperaron cuernibajos a que un descuido de los policías les permitiese cruzar la vaguada.Lo consiguieron a pesar de que dos agentes les lanzaron capotazos con la gorra reglamentaria y pretendían guiarles con el pastoreo lapidario, es decir, a pedradas.

El antecedente es reciente. El pasado día 10, tres vaquillas huyeron de una ganadería cercana a Vallecas y se dieron un garbeo por las calles del distrito. Una de ellas embistió contra siete personas y sembró el pánico en las calles del distrito.

Aquellas vaquillas aprovecharon que un camión había roto el muro que cercaba la finca donde crecían para huir a la ciudad. Para una de ellas fue la última carta al aire porque un guarda de seguridad la mató a balazos.Con las botas engrosadas por varios centímetros de barro, los policías se decidieron a comenzar el encierro. Sin muleta y dando tumbos por el descampado, consiguieron al fin reunir a los toros.

Un valium para el toro

Por fin llegaron los caballos y, a sus lomos, los ganaderos a los que se les habían escapado los andarines animales. Pero los animales estaban muy nerviosos: no habían comido ni bebido en todo el día y tampoco acostumbran a recibir tantas visitas. Así que les administraron un sedante y hacia las diez de la noche les llevaron a la finca de Perales del Río de donde nunca debieron salir. Anoche se desconocía la identidad de los dueños de las reses ni por qué escaparon de la dehesa.

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