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Entrevista:Los personajes de...

Tomatito

Hace poco más de un año, 14 meses exactamente, Tomatito estuvo a punto de dejar la guitarra: la muerte de Camarón, que llenó de pasmo y consternación el mundo del flamenco, amenazó con inmovilizar para siempre el arte y el alma del guitarrista que, durante 18 años, había acompañado al ya legendario cantaor. "Sí, pensé en dejar de tocar. Pero los amigos no me dejaron hacerlo; me animaron, y aquí estoy". Tomatito está en Madrid grabando un disco con Duquenque, cantaor catalán, gitano de Sabadell, en quien los aficionados al flamenco ven al sucesor de Camarón. Calificación, esa de sucesor de Camarón, contra la que se rebelan Tomatito, el propio Duquenque y Antonio Humanes, letrista del disco que se está grabando y que quizá se titule El sueño de mi vida. "Pasarán siglos antes de que aparezca otro genio como Camarón. No es sólo que fuera el más grande, o el mejor, o un fuera de serie, es que era Dios. No se puede explicar con palabras lo que era aquel hombre. He tocado con él durante 18 años y todavía estoy temblando por haber tenido el don de haberle conocido, porque eso fue un don de Dios, y te lo digo yo, que soy creyente". Tomatito, alto, de una belleza afilada y serena, tremendamente serio y grave, advierte que es hombre de pocas palabras. Habla con voz bronca y mira fijamente al interlocutor con una mirada que, al asentarse el diálogo, se confía, se aviva y enciende el resto del rostro. "Camarón era como un ángel. Era tímido, huidizo, hablaba poco, pero estaba ahí y, sólo con estar, te llenaba la vida", dice Antonio Humanes dirigiéndose a Tomatito, que tras un breve silencio añade: "Mira, los gitanos, si nos dijeran que con millones podríamos devolverle lavida a Camarón, venderíamos todo, pediríamos limosna por las calles durante el resto de nuestra existencia, haríamos lo que fuera para que Camarón estuviera aquí, aunque fuera sin cantar, pero que estuviera aquí, a nuestro lado".

Tomatito nació en Almería, hace 32 años. De familia gitana, la música y el cante flamenco fueron conocimientos que le llegaron de manera natural, como el aprendizaje de los primeros pasos o de las primeras palabras. Su abuelo Miguel el Tomate fue un gran guitarrista. "Lo que vives de pequeño es muy importante, claro, y luego la constancia y el afán de aprender. De niño nunca pensé que iba a ser guitarrista, eso fue obra de Dios, que me unió al genio". Tomatito tenía 13 años cuan do Camarón lo descubrió. "Yo tocaba en un tablao, en Málaga, y Camarón se fijó en mi manera de to car". Mueve afirmativamente la cabeza, con una sonrisa melancólica. "Empecé a tocar con él, pero mi madre no me dejaba. No, claro, yo era un crío que iba al colegio, y mi ma dre no quería que fuera por ahí, trabajando de noche. Mi padre sí me daba permiso. Al final, mi madre ce dió, pero me esperaba despierta todas las noches. No se acostaba hasta que yo regresaba a casa. ¿Estudiar? No me gustaba demasiado, suspendía mucho, me quedé en segundo de bachillerato, soy un inculto. Mis hijas son muy estudiosas, me traen unas notas divinas, y me gusta que sepan y aprendan, ya ' saben más que yo, claro. No, mi mujer no traba ja... bueno, la casa. Cinco niñas y yo, que valgo por tres o cuatro niños malos, porque soy muy desordenado, ya tiene suficiente trabajo, ¿no?".

Tomatito se casó a los 17 años. Todo lo hizo pronto: trabajar, triunfar, casarse, ser padre, incluso pensar en dejar la guitarra y cambiar de vida. %A qué me hubiera dedicado? No sé, porque como no estudié... Quizá me hubiera dedicado a vender. Mi familia es vendedora ambulante. Yo no hubiera podido trabajar en una oficina, o en un lugar de esos, todo el día quieto y encerrado. En un mercadito es otra cosa. Lo hice, en una época. Con un poco de gracia ganas para llenar la olla todos los días". Tomatito, Antonio Humanes y Duquenque se miran y se ríen, con complicidad. "Anda, que no han vendido éstos también". "Yo he vendido puntillas, hasta ahora, como mi padre, en Sabadell", *explica Duquenque. "Y no iba mal, ¿verdad? Yo, si llega un día que no me llaman para tocar, me vuelvo al mercado". Difícilmente puede ocurrirle esto a Tomatito, uno de los mejores. "¿Yo? No digas eso, por Dios, que no es verdad, que es casi un pecado decir eso". Pues hay muchos pecadores en este país, si sumamos críticos de música, entusiastas seguidores de Tomatito. "No, no. Hoy tenemos guitarristas buenísimos: Octavio Quintanilla, Enrique de Melchor, Caflizares, Gerardo Núñez, Requeni...". Hablamos de cantaores actuales. "Los cantaores jóvenes tienen que estudiar, el flamenco es muy difícil, no basta con hacerlo por gusto, hay que saber. Los cantaores de antes todos cantaban bien porque se escuchaban unos a otros. De ellos aprendió Camarón, que era único y podía cantarlo todo, lo que fuera, pero además se preocupó por aprender, y siendo muy joven iba de pueblo en pueblo para oír cantar a El Chocolate, a La Piriñaca, o al Choza. Se enteraba de que en tal lugar había alguien que cantaba algo de una determinada manera, iba a es cucharle. Ahora todos quieren can tar como Camarón, ¿pero cómo aprender lo que él aprendió antes de ser Camarón? Era como un filtro, como un colador, metía todo den tro, en bruto, y salía un diamante. Me hizo a mí, nos hizo a todos". Aparte de Camarón, y en lo concerniente a la guitarra, Tomatito ha te nido otros maestros: "Paco de Lucía ha sido mi ídolo. A los jóvenes nos dio el empujón que necesitábamos para descubrir ese veneno que es el flamenco, ese veneno que llevas dentro y que si nadie no te lo descubre se te queda ahí metido sin expulsar. Ahora es el genio que nos que da, y hay que cuidarlo mucho". Antonio Humanes y Tomatito elogian la voz de Duquenque y el buen arte de las cantaoras Aurora Vargas, Susi, Maite Martín. "Pero Maite Martín no quiere grabar". Han nombrado algunos cantaores míticos del flamenco que nunca graba ron: La Piriñaca, El Chocolate, La Perrata, Aurelio Donday. "Será por una rareza nuestra, propia de gitanos. Nosotros ahora vivimos de otra manera, viajamos, salimos de casa. Los de antes no querían, can taban en sus pueblos, se juntaban en sus casas con una botella de vino y se producía el milagro del flamenco. Yo, desgraciadamente, no les cono cí, pero hay grabaciones de esos artistas de antes; las hicieron los ingle ses y hay que agradecerles que las hicieran y que las conservaran por que gracias a ellos los jóvenes he mos podido oírlas". Tomatito ha hecho muchas giras fuera de España con Camarón. "El público extranjero, a veces, es más receptivo al flamenco que el español. En París, o en Japón, notas que el público aprecia lo que tocas, hay una comunicación. A lo mejor llegas aquí y el que tienes al lado no sabe ni qué es una guita rra. Quizá sea una cuestión de cultura. Los japoneses, por ejemplo, son tan curiosos y tan estudiosos que pueden con el flamenco y con todo. Son admirables".

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Tomatito vive en Almería, con su familia. "Mis padres, mis hermanos, todos vivimos en el mismo bloque. Me gustan mucho los animales. Los gallos de pelea, los pájaros y, sobre todo, los caballos. Tengo cuatro, hermosísimos. ¿Qué hago cuando no trabajo ni estoy de gira?". Sonríe, intimidado. "Cojo la bicicleta y hago kilómetros. Sí, claro que seguí el Tour, Induráin es un monstruo, un fenómeno. ¿Televisión? Lo que más me interesa es el telediario, pero todo son desastres. Veo el mundo actual muy mal, sólo guerras y problemas. Yo soy un analfabeto, pero tengo alma de artista y creo que la gente debería preocuparse más por la cultura. La cultura es placer, y la gente tiene que aprender a disfrutarlo. Los gobiernos deberían preocuparse para que los niños aprendieran, y aprendieran a disfrutar de lo que aprenden. Ver un buen cuadro, por ejemplo, es una cosa preciosa, como ver una mujer bonita a caballo por el campo, son cosas que te hacen disfrutar de la vida". Como su música, esa guitarra de virtuoso que, afortunadamente, no ha dejado de tocar.

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