Hoy, como de costumbre,
durante el almuerzo hemos visto un informativo. Todo era lo mismo de siempre, pero quizás yo me encontrara más predispuesta a cuestionarme sobre la guerra en la antigua Yugoslavia. En concreto, el periodista decía que dos de las partes estaban dispuestas a sentar se a negociar, y no pude menos que ofenderme ante tal situación. Miles de personas están muriendo, las familias se destrozan, la ayuda apenas sirve de algo, y ellos aún se permiten el lujo de pensar si se paran o no a hablar del tema. ¿Es que pretende, cada uno por su lado, esperar a que dos de las divisiones se exterminen para así no tener que discutir quién es el que se queda y quién el que se va? Nadie quiere ceder porque es de perdedores, pero, ¿de qué es empeñarse en morir? Posiblemente sea ridículo que una española de 17 años aspire a encontrar una solución a un problema como éste, pero a veces, en las cosas más sencillas, vemos una ventanita para poder respirar, y a lo mejor lo básico es lo que falla en este asunto. Respeto, tolerancia, libertad... Puede que si en lugar de uno solo fueran todos los que cedieran, si cada cual aprendiera a ver lo bonito de la diferencia, todo acabaría bien para bosnios, croatas, musulmanes, y puestos a decir, el mundo entero. No hay razón para la muerte pero, sin embargo, ¡hay tantos motivos para vivir! Por favor, y ahora me dirijo más bien a toda aquella persona que en algún momento pueda tener en sus manos la decisión de una guerra, piense en todo lo que he escrito, y luego en la gente, en aquellos que comparten con usted la condiciónde persona, y pregúntese si de verdad no hay manera de solucionarlo sin llegar a las armas.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.