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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Carné a crédito

ALLÍ DONDE está vigente -Estados Unidos, Alemania y Japón- el sistema de carné de conducir por puntos está resultando una experiencia positiva. También lo es en Francia, último país donde se ha implantado este sistema a pesar de la áspera polémica con que fue recibido por los camioneros, temerosos de las repercusiones que pudiera tener para su oficio.En España, su introducción parece que es cuestión de meses. Las autoridades de Tráfico han decidido adelantar su implantación tras haberlo recomendado el Senado en su informe sobre seguridad vial de 1991. Las razones no son sólo coyunturales: se basan en el aumento de los accidentes de tráfico, y de sus víctimas, que se viene observando en los últimos meses. Ante una situación así, o se extreman las medidas preventivas o directamente punitivas, sobre todo en meses como el de agosto, con grandes desplazamientos de vehículos, o puede anularse la ventaja -un 6% de descenso- que el año 1993 mantiene todavía respecto del anterior en cuanto al número de accidentes.

Los motivos que aconsejan su introducción en un plazo razonable están relacionados con la concepción global que impregna todo el sistema normativo que regula la seguridad vial: potenciar las medidas previsoras y disuasorias, dando oportunidad al conductor que ha infringido la norma de corregir su conducta y, por tanto, de evitar la sanción en su grado máximo. En este sentido, el sistema de carné con crédito de puntos que se descuentan según el número y la gravedad de las infracciones encaja mejor que ningún otro en esta concepción: da ocasión al conductor a que tome medidas previsoras para que su forma de conducción se adapte a las normas sin el recurso a la sanción. La retirada del carné se contempla como el resultado de una progresiva concatenación de infracciones y no como una medida inapelable que se aplica de golpe al conductor, como sucede ahora de acuerdo con la vigente Ley de Seguridad Vial.

En todo caso, el sistema, para ser equitativo, deberá tener en cuenta las distintas condiciones de los usuarios de automóviles. No es lo mismo conducir por obligación, como medio de vida, que por devoción, por más consustancial que sea el automóvil con la actual civilización. Tampoco puede tratarse con los mismos baremos a quien conduce por necesidad laboral. en zonas interurbanas que urbanas, dada la mayor vigilancia y la distinta gravedad de las sanciones que existen en unas y otras. Ni, lógicamente, se pueden aplicar iguales criterios a la mayoría de conductores habitualmente prudentes que a esa minoría del 15% que se mofa de las normas de tráfico y convierte su vehículo en una bomba rodante (y que, según las estadísticas, son los causantes del 80% de los accidentes).

Pero, en última instancia, la introducción del carné por puntos está supeditada a la capacidad que tenga la Administración de crear la infraestructura capaz de facilitar la reeducación del conductor, que es el objetivo último del sistema. En Francia, la reducción del número de víctimas en los seis meses siguientes a la implantación del carné por puntos fue drástica: el 11,6%. Pero los problemas surgieron después, cuando se hizo sentir la falta de centros de reciclaje del conductor y comenzaron a aparecer dificultades en el proceso de reeducación. De ahí que sea de elemental prudencia la actitud que parecen haber adoptado las autoridades españolas de Tráfico: acortar plazos para la implantación del carné por puntos, pero no antes de ajustar, al máximo sus modalidades de aplicación y de disponer de los necesarios centros de formación.

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