"Hasta la vista, baby"
El crecimiento de lo latino en Estados Unidos alarma a una minoría blanca que ha impuesto leyes, gustos y tradiciones
La frase "hasta la vista, baby" fue el primer intento serio de Hollywood para llegar a la audiencia latina de Estados Unidos. En 1991, cuando Arnold Schwarzenegger popularizó el latiguillo en castellano, en EE UU estaban censados 23 millones de hispanos, una cantidad discreta si se compara con los 49 millones que residirán en Norteamérica en menos de tres décadas. La fuerza demográfica de los hispanos les está llevando a conseguir algunas victorias. Este mismo mes se ha celebrado en Nuevo México la primera ceremonia bilingüe de nacionalización de emigrantes.Paralelamente, las grandes multinacionales han iniciado una carrera para acaparar este mercado, ante la alarma de la menguante mayoría blanca que contempla con preocupación como, por primera vez, una minoría se abre hueco sin necesidad de renunciar a su idioma.
Los concejales hispanos de Dade County, la zona más importante de Florida, acaban de conseguir la anulación de una ley que convertía el inglés en la única lengua oficial. La superación de esta barrera legal permitirá que los dos millones de habitantes, en su mayoría hispanos, utilicen el castellano en todas sus comunicaciones con la Administración. La utilidad de la nueva reglamentación es muy limitada, pero el simbolismo de este triunfo hispano ha abierto una pólemica en el Estado de Florida.
La interpretación de esta propuesta es como la dicotomía de la botella medio llena o medio vacía; los defensores del predominio anglosajón consideran que los inmigrantes deben ajustarse a la lengua y costumbres de EE UU, mientras que otros grupos creen que no se puede penalizar al casi millón de habitantes de Florida que no habla inglés o lo habla mal. Para los críticos, la actitud de los latinos es la de unos invitados que menosprecian la comida de sus anfitriones después de haberse llenado el estómago. Los más radicales temen que en los Estados, donde la población hispana es notable se repita el caos del bilingüismo de Canadá o Bélgica. Florida no es Estados Unidos, y no todos los hispanos se sienten identificados con los que llegaron de Cuba. Miami es una ciudad inundada de nostalgia por La Habana, y en ella se han desarrollado ya varias generaciones de emigrantes cubanos que no han tenido dificultades para mantener sus senas de identidad. Cuando el diario Miami Herald publicó una lista con los nombres de los emigrantes cubanos que se habían enriquecido sin hablar una palabra en inglés, la sección de cartas al director recibió la reacción airada de numerosos norteamericanos. Los anglohablantes temen que el desarrollo del español en Norteamérica acabe para siempre con el mito del melting pot que ha unido en un mismo ideal y una misma lengua a todos los emigrantes que han llegado a Estados Unidos.
Explosión demográfica
A pesar de que el caso de Florida es extremo, la irritación anglosajona ha subido de grado a la misma velocidad que las estadísticas que reflejan la explosión demográfica latina. Mientras los blancos crecerán en las próximas décadas a un ritmo del 29%, los hispanos lo harán al 237%.José Rodríguez, descendiente de mexicanos, ha triunfado con su tienda de camisetas de Washington DC. Rodríguez es un firme partidario del inglés "y del español, porque la diversidad da riqueza". Rodríguez le enseñará ambas lenguas a su hijo, pero no es partidario de llevar el orgullo de la raza latina demasiado lejos. "Cuando mi padre llegó de México entendió que si no aprendía inglés nunca saldría del barrio. Ése es el problema de muchos latinos, que se aíslan con la gente que habla su idioma y luego se quejan de estar marginados".
En California, que junto con Florida, Nueva York y Tejas tiene el mayor porcentaje de hispanos, un grupo de estudiantes acaba de vencer una batalla histórica. Tras mantenerse en huelga de hambre 15 días y realizar fuertes protestas, la Universidad de California (UCLA) acaba de autorizar la inversión necesaria para crear un centro de estudios chicanos. Así como en los años setenta se crearon centros de estudios afroamericanos, los latinos consideran que ha llegado el momento de seguir ese camino. Sin embargo, a diferencia de los negros, los hispanos hablan un segundo idioma y no están dispuestos a sacrificarlo en pro de la igualdad.
Esta reacción de la nueva generación de hispanos contrasta con la represión que el uso del español ha sufrido en los últimos años. La retirada de subvenciones para enseñanza del español en la era Reagan envió a la sociedad el mensa e de que para triunfar en EE UU hay que hablar lo que hablan los norteamericanos. Sin embargo las multinacionales han puesto ideas pragmáticas por encima de esos patrióticos ideales. El crecimiento experimentado por los negocios latinos y el interés de las multinacionales por acceder a este grupo social está contribuyendo al cisma del idioma. El presidente norteamericano, Bill Clinton, también ha respondido a la fuerza de los números y a la gratitud a los votos situando a dos hispanos en su Gabinete. Si da resultado la revolución de la raza, en pocas décadas latino dejará de ser sinónimo de esas desarropadas majorettes con ropas de tergal y agujeros en las medias que desfila por la Quinta Avenida de Nueva York el 12 de octubre.
Sin embargo, tal y como explica Cruz Sánchez, directora del departamento de actividades de alumnos en la Universidad de Nueva York, todavía queda mucho camino por recorrer. "Lo chicos latinos que vienen a estudiar tienen que hacer el doble esfuerzo y luchar contra los prejucios y, a la vez, no sucumbir ante la falta de ejemplos sociales. Cada vez que abren un periódico, en lugar de encontrar hispanos en las páginas financieras o políticas, los hallan en las de sucesos como ladrones o asesinos"
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