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El valiente toricantano

Hernández / Morenito, Cámara,Rosa

Tres toros de Félix Hernández (otros tres fueron rechazados en el reconocimiento), con seriedad y cuajo, 4º noble, 5º y 6º dificultosos. Tres primeros de Ortigao Costa, con trapío, mansos.

Morenito de Maracay: estocada corta atravesada baja (silencio); media ladeada y descabello (silencio).

Fernando Cámara: estocada corta

(silencio); media (silencio). Ángel de la Rosa, que confirmó la alternativa: estocada caída y dos descabellos (ovación y salida al tercio); estocada caída (vuelta con protestas).

Plaza de Las Ventas, 18 de julio. Media entrada.

Ángel de la Rosa, albacetense de Hellín por nacimiento, hecho para el mundo del toro en Valencia y toricantano a la sazón, estuvo valentísimo. Demasiado valiente estuvo, podría decirse, si es que sobrara el valor en el arriesgado ejercicio del toreo. Cuestión semántica, entiéndase. Todo coletudo que se pone delante de un toro y le dice ¡jé!, y al recibir la brutal acometida de aquella media tonelada larga de morrillos, cuernos y pelendengues, en lugar de gritar ¡Ay, mi madre! y salir corriendo para quieto y se lo trae embebido en la pañosa, demuestra su valentía. Luego, claro, entre estos héroes de coleta unos son más valientes que otros y de ahí sus éxitos y sus cortijos.

La exhibición del valor, sin embargo, no siempre es lo más importante. Al torero, el valor, se le supone, y en cambio se le exige en plaza que demuestre un conocimiento técnico de las suertes, un arte, una torería. Posiblemente Ángel de la Rosa se debatía entre ambas concepciones. ¿Qué debía hacer para alcanzar el triunfo? Porque toreó de novillero en Madrid, ejecutó entonces la difícil suerte al natural con todos los pronunciamientos favorables, sufrió grave cornada, alternativo después, y no había vuelto a torear en parte alguna hasta esta tarde de domingo en Las Ventas. Luego, a lo mejor, lo importante era olvidarse un poco del arte y romper todos los esquemas atropellando la razón.

Procedió así en el sexto toro, que se quedaba en el centro de la suerte, y le estuvo aguantando las paradas e incluso los gañafones que, de paso, tiraba al bulto el innoble bruto. Faena valentísima y meritoria, qué duda cabe. Pero la afición de Madrid habría preferido que abreviara con recursos de buen lidiador. La afición de Madrid -que no ha olvidado, y aplaudió en su día, aquellos excelentes naturales novilleriles- esperaba de Ángel de la Rosa una recreación de su arte con el toro manso, en la muleta noble, que le correspondió para la alternativa. Y le defraudó que ofreciera sólo una muestra brevísima de la suerte, y aún eso, cuando ya llevaba muy avanzada, la faena, construída íntegramente sobre el toreo en redondo, siguiendo la moda. Un aficionado del tendido se lo pidió o quizá se le aconsejó: "Siga por el pitón izquierdo, hombre". Y el hombre no hizo ni caso. Volvió a armar la muletaza en la mano derecha y continuó por ahí el dilatado trasteo. Hubo en él pases largos ejecutados con gusto y templanza, bien abrochados con los de pecho, mas quedó insatisfecha la afición y sin aprovechar cabalmente la boyantía del toro.

La corrida, remendada en su mitad, no salió buena. Fernando Cámara tuvo el peor lote, con un toro incierto y otro que seguramente llegó al último tercio con un puyazo de menos. Al primero lo macheteó hábilmente. Al otro le daba un pase, no podía ligar el siguiente pues el toro se le venía encima y acabó desbordado por el empuje enterizo del animal.

Morenito de Maraca banderilleó y muleteó con muchos alivios a su primer toro, y quedó en cierto modo justificado pues se trataba de un manso huidizo. Al cuarto lo banderilleó mejor, y no se justificó en absoluto que lo toreara fuera de cacho, distanciado y tomándose todas las ventajas, dada su nobleza.

"¡Ese toro se va sin torear!", lamentaba otro aficionado cuya poderosa voz sobrecogió la plaza entera y hasta los espacios siderales. A los toreros, en Madrid, más aún si son nuevos, estas tronantes sentencias les debe dar la sensación de que vienen del más allá, del reino de los cielos, y es el mismísimo Dios Padre quien les llama la atención. Si tomó nota Ángel de la Rosa del talante y las exigencias venteñas, habrá resultado doblemente crucial el día solemne en que mató su primer toro-toro en Las Ventas y fue toricantano (corno los que cantan la primera misa son misacantanos). Porque sabe torear, además muy bien, y eso es lo que espera de él la afición madrileña en un futuro inmediato.

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