Prebendas
Estamos tan en crisis que ya nadie lo discute. Salvo alguna zarandaja, desde todos los sectores sociales, sindicales, empresariales y políticos se da por hecho que hay que negociar un pacto social.Los contenidos de este pacto afectarán, en lógica, a todos. A los trabajadores, en concreto, les va a afectar en recortes salariales, modalidades contractuales, movilidad geográfica. Y habrá contrapartidas sobre los plazos de los contratos, el control de los beneficios. Materia para discutir hay.
Una vez más, sin embargo, algunos se quedan fuera. Ni siquiera se discute de algunos asuntos que parecen tabú. Los funcionarios. Honorables ciudadanos (como todos) que tienen algunas discretas ventajas tales como que su puesto de trabaio jamás se pone en cuestión.
En este país hay dos clases de trabajadores: los que tienen empleo para siempre y los que están expuestos a quedarse en la calle. Unos con más facilidad que otros, pero expuestos: un contrato fijo en cualquier empresa lo único que supone es que encarece el despido, pero no garantiza la eternidad del apaño. Si uno es funcionario tiene trabajo para siempre y garantías que llegan a mover al escándalo: un funcionario que acabe en la cárcel puede cobrar parte de su sueldo, por ejemplo. ¿Nos atreveremos alguna vez a discutir sobre este asunto?
Eso por no hablar de las prebendas eternas que se reparten algunos opositores: plazas de notarios y registradores de la propiedad que son garantía de millonario no sometido a los albores de las crisis. Son los privilegiados de la sociedad, que ni arriesgan ni se mojan. Una vergonzosa concesión vitalicia que nos tragamos el resto de los ciudadanos sin chistar.
Administradores de la fe pública por lo privado. El chollo en su más pura destilación. Y nos la pasamos discutiendo sobre las peonadas para cobrar el PER. Estamos gilís.
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