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Los 'desterrados'de Alcalá

Unos 65 profesores de enseñanza media llevan 22 dias durmiendo entre el cielo y el suelo del centro de Madrid

Octavio Cabezas

Hace ya 22 días con sus 22 noches (desde el 21 de junio) que unos 65 profesores de enseñanza media y de formación profesional depositan sus huesos frente a la sede del Ministerio de -Educación, en la madrileña calle de Alcalá. En turnos de 20 o 25, provistos de pancartas, colchonetas, esterillas y mantas, han construido una Numancia de protesta contra una normativa oficial sobre concursos de traslados que les impide conseguir plaza definitiva en la comunidad autónoma de residencia familiar (ver EL PAÍS del 25 de junio).Llevan protestando de varias maneras desde el mes de mayo, con nulos resultados. Liarse la manta a la cabeza en la calle del cuplé es, lisa y llanamente, el resultado de la desesperación.

Dan ejemplos. Rosaura Balnoc, de 37 años, que trabaja en Segovia, está en tratamiento psiquiátrico. "Llevo 11 años sin plaza definitiva, separada de mi familia, que está aquí, y ya no puedo rnás", asegura. Su compañera María José Rey se ha llegado a hacer durante el curso cada día 600 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta desde Coria (provincia de Sevilla), aprovechando que sólo trabaja por las mañanas, para estar con los suyos.

"Incluso los que no estamos casados", tercia Martina Elemoine, de 44 años y profesora de francés en La Felguera (Asturias), "tenemos problemas. Estamos separados de nuestro entorno. Además, en un pueblo no puedes asistir a cursos de formación y sacar así puntos para los concursos de traslado, como hacen los que están en Madrid".

A los perjuicios personales y profesionales se unen los económicos. "Hay que mantener dos casas, y los viajes de fin de semana no te los paga nadie" dice Marta Nieto, de 28 años: que lleva cuatro casada con uno de los afectados. "Así no se pueden hacer proyectos, ni tener hijos", concluye con rabia.

Mientras esperan respuesta de la burocracia, reciben la solidaridad de la gente, que les regala su firma y su apoyo. "Incluso dinero nos han ofrecido", dice Ángel Minaya, de 29 años, portavoz de los desterrados, como ellos mismos se denominan. Todo lo contrario de sindicatos y políticos, que por ahora se han mojado poco.

Mientras, a mantener el ánimo. "Vivimos aquí prácticamente", dice Ángel."Sólo vamos a casa a ducharnos. Así, sin vacaciones, hasta que empiece el curso. Y si entonces no hay soluciones, pues veremos. Pero, de rendirse, nada."

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