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Los MIT 'boys'

La opinión bienpensante de este país, tras oír al premio Nobel Franco Modigliani, profesor emérito del Massachussets Institute of Technology (MIT), que España debería salirse del mecanismo de cambios del Sistema Monetario Europeo (SME), se dijo, el pasado lunes, que el hombre, a sus setenta y cinco años, está algo gagá. No es verdad. Modigliani, Rudi Dornbush y Olivier Blanchard son tres europeos emigrados que trabajan en el MIT y que, en los últimos meses, han ejercido una dura crítica a la política económica oficial vigente en el Viejo Continente. Este lobby crítico sostiene que el Bundesbank solo se avendrá a reducir sus tipos de interés al 3%, de aquí a un año, si países como Francia y España, además de Italia y el Reino Unido, incrementan la presión sobre los alemanes mediante una sistemática e ininterrumpida bajada de sus tipos respectivos. Si el precio para lograr esto es la salida del mecanismo de cambios del SME y nuevas devaluaciones, razona este grupo, pues habría que pagarlo. Tarde o temprano, una táctica de este tipo colocaría al Buba ante la necesidad de frenar la apreciación del marco para evitar una deterioro aún mayor al que ya sufre la competitividad de su industria. Y ello sólo sería posible mediante la reducción de sus tipos.Estos razonamientos han surgido en otras situaciones de crisis económica, por lo que no deberían escandalizar a nadie. El grupo del MIT diagnostica que la economía europea transita una crisis de demanda, en la que los consumidores no compran y en la cual las empresas ya han dejado de invertir hace tiempo. Blanchard, particularmente, ha investigado los efectos de la política económica en Francia. Aquello que España no consiguió -la moderación de los costes laborales unitarios-, fue una conquista francesa: los salarios v la inflación han evolucionado mejor que en dicho país que en Alemania. Con todo, el desempleo es mayor hoy que en 1983, el año de partida de la estrategia de desinflación competitiva. Blanchard estima que reducir un 3% el desempleo (actualmente la tasa de paro francesa es del 10,7%) implicaría lograr aumentos acumulados de competitividad, virtualmente imposibles, del orden del 30%. ¿Qué país toleraría de brazos cruzados semejante ventaja comparativa? Para empezar, Alemania sería el primero en impedirlo.

Dornbush, Modigliani y Blanchard no han indicado por el momento cuáles serían los resultados más satisfactorios de una política económica alternativa, ya que los casos de Reino Unido e Italia aún atraviesan por una fragilidad notable, pese a haber reducido sus tipos. Lo que en todo caso han subrayado con razón, sobre todo Blanchard, es que no existe margen alguno para un relanzamiento presupuestario, lo que sitúa la política monetaria nuevamente como la única en disposición para actuar (tipos) contra la recesión.

Con todo, el debate sólo acaba de comenzar. El problema de fondo es el alcance que puede tener una recuperación irnpulsada con unos u otros métodos. Ni aquellos que defienden el SME a capa y espada, ni los que proponen su abandono, están dispuestos, por ahora, a extraer las conclusiones de la actividad económica en la Europa productivista de los últimos treinta años: el crecimiento de la producción sin creación de empleos. Aquí está una de las respuestas a la incógnita de qué vendrá después de la actual recesión: una fase de estancamiento, más parecida a una recesión que a la recuperación/ expansión clásica, según se advierte ya en Estados Unidos.

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