Giro en Japón
CUANDO, HACE algo más de una semana, el Parlamento japonés discutía, en un clima apasionado, una moción de censura socialista contra el jefe del Gobierno, Kiichi Miyazawa, acusándole de haber mentido al país por no haber llevado a cabo la reforma política a la que se había comprometido, nadie sabía que se estaba iniciando un verdadero terremoto que sacude los cimientos de la vida política japonesa tal como ha funcionado en los últimos 45 años. El momento de ruptura fue cuando unos 40 diputados del partido gobernante, demócrata liberal (PDL), decidieron votar contra Miyazawa, provocando así su derrota. El primer ministro tuvo que convocar elecciones para el 18 de julio. Ello significa que Japón, prácticamente, no tendrá Gobierno para cuando se reúna en Tokio la cumbre de los Siete, el 7 de julio. Pero la gran novedad ha sido que los diputados rebeldes, encabezados por los ex ministros Hata y Ozawa, han creado un nuevo partido, el del Renacimiento, abriendo así la posibilidad de que la próxima consulta ponga fin a cuatro décadas de monopolio del poder del PDL.En ese orden, Japón tiene una historia política similar a la de Italia; pero si en Roma la Democracia Cristiana ha gobernado cooperando en ciertas etapas con otros partidos, en Japón el monopolio del PDL ha sido absoluto. El factor inmediato de ruptura ha sido la corrupción política: tras asistir al encadenamiento de escándalos que afectaron a casi todos los líderes del partido gobernante, los últimos casos obligaron a Miyazawa a asumir un compromiso solemne de que presentaría una estricta legislación anticorrupción. No pudo hacerlo, básicamente, por las fuertes resistencias dentro de su propio partido: ello ha sido la gota de agua que ha desbordado el vaso de la paciencia popular.
Hata y Ozawa no son precisamente modelos de pureza; el segundo ha sido colaborador de los jefes del PDL más marcados por los escándalos: Tanaka, Takeshita y Manamaru. Pero su rebelión puede significar en el momento actual un desbloqueo de la situación política. Por eso, el socialista y otros partidos de la oposición se muestran dispuestos a crear con Hata un Gobierno de coalición después de la consulta electoral. Pero esta sublevación contra la corrupción se produce en el marco de un cambio sociopolítico de mayor calado. El PDL se ha basado siempre para gobernar en el voto del campo, controlado por un eficaz sistema caciquil. Ahora asistimos a un despertar de las capas urbanas, deseosas de una política más plural y en la que el debate pueda predominar sobre las oscuras combinaciones de los grupos de poder. Esta evolución, que acercaría al sistema político japonés a los de Europa y EE UU, puede dar lugar a Gobiernos más inseguros, al debilitarse ese factor de continuidad representado por el PDL.
Miyazawa ha empezado a desvelar sus argumentos de campaña contra los que han abandonado su partido. Les acusa de ser aliados del partido socialista y concentra sus golpes contra éste, acusándole de tener posiciones internacionales peligrosas para la seguridad de Japón. Son argumentos que recuerdan a la guerra fría. Pero precisamente en la base del cambio que vive Japón está el fin de la guerra fría. Ésta provocaba una congelación de las posiciones políticas, con un peso preponderante de las preferencias de EE UU, garante de la seguridad del país. Ahora, la realidad es otra, y los intereses de los grupos sociales tienden a expresarse más libremente en la escena política. Todo ello, con el mayor peso de las capas urbanas, será seguramente un factor de renovación cuya prueba de fuego serán las elecciones de julio.
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