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Reportaje:

La nostalgia de los zares

Los rusos echan de menos a Rasputín en una exposición sobre los últimos Románov

Pilar Bonet

¿Dónde está Rasputín?", preguntan, con una mezcla de curiosidad y decepción, muchos de los rusos que acuden estos días a la muestra El último emperador de Rusia, en las antiguas caballerizas del Kremlin.La exposición está dedicada al zar Nicolás II, con ocasión del 125º aniversario de su nacimiento, en 1868. Contiene una cuantiosa e interesante colección de objetos, fotos y documentos, muchos de ellos inéditos, sobre la vida cotidiana de los últimos Románov, pero falta Grigori Rasputín, el monje visionario que gozó de tanta influencia sobre la zarina Alexandra.

Rasputín ha sido deliberadamente ignorado. "No nos interesa la política; nuestra intención era reflejar tan sólo la vida privada de la familia imperial", afirma VIadímir Ustinienko, uno de los organizadores de la muestra, que cuenta con el apoyo de algunos de los nuevos y más dinámicos empresarios locales.

La política y Rasputín, sin embargo, interesan mucho a los espectadores, que, siguiendo la tradición local, dejan sus impresiones -a veces largos textos de reflexión filosófica- anotadas en el Libro de las visitas.

"La exposición es incompleta", escribe un ciudadano de firma ilegible. "Falta la fotografia del principal director espiritual de la familia de los Románov, Grigori Rasputín, quien dio buenos consejos que el zar no escuchó".

Nicolás Il y su familia fueron fusilados en Yekaterinburg el 16 de julio de 1918 por orden de las autoridades bolcheviques. El lugar del suceso, la casa del ingeniero Ipátiev, fue destruido cuando Borís Yeltsin era el máximo dirigente comunista en SverdIovsk, la provincia donde está la ciudad de Yekaterinburg. "Falta la foto de Yeltsin, el destructor de la casa de Ipátiev", afirma un visitante.

El cuestionamiento del comunismo y la revisión histórica comenzada en época de Mijaíl Gorbachov han tenido como consecuencia una plena rehabilitación de la familia imperial, hoy tratada como "víctima" y mártir," del comunismo.

"Esta exposición es una sentencia para el régimen comunista", escribe quien se define como "hijo de un oficial blanco". "Hemos vivido hasta el final del comunismo y viviremos hasta el renacimiento de la Rusia monárquica", afirma "un noble ruso". "Basta de zares, primeros secretarios y presidentes como Borís Yeltsin. ¡Que Dios guarde a Rusia!", señala un tal Bogateriov. Algunas de las anotaciones del libro de las visitas son insultos antisemitas, a tono con la idea de algunos sectores nacionalistas ultramontanos que identifican a los bolcheviques con una supuesta conspiración judía contra el pueblo ruso. Un ambiente de nostalgia impregna la muestra. "¡Qué época, qué rostros! Rusia puede estar orgullosa de su último emperador y su familia. Es una pena que todo esto se escondiera conscientemente durante tanto tiempo", señala otro visitante.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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