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El décimo planeta no existe

Las mediciones exactas de los confines del sistema solar hechas con la nave 'Voyager' descartan la hipótesis

Los astrónomos pueden dejar de buscar el esquivo décimo planeta porque no existe, según un nuevo estudio de las medidas del sistema solar. Durante medio siglo, muchos observadores del cielo han intentado cazar el planeta X, cuya existencia se dedujo de aparentes irregularidades en la trayectoria orbital de los planetas exteriores. Los presuntos balanceos de las órbitas de Urano y Neptuno, causados por un cuerpo cercano, se basaban en observaciones y cálculos erróneos, afirma el estudio.

El aparente golpe de muerte a la teoría del planeta X ha sido publicado el mes pasado en la revista The Astronomical Journal, por Myles Standish, astrofísico del Jet Propulsion Laboratory (NASA). Sus análisis, que incluyen correcciones significativas de las órbitas teóricas de Urano y Neptuno, es el primero que utiliza las mediciones muy precisas de la masa de Neptuno hechas por la nave Voyager 2 en 1989. Sus cálculos de las trayectorias y las masas de los planetas exteriores muestran que se están moviendo exactamente como cabría esperar si no existiera más allá de ellos ningún otro planeta que ejerciera un tirón sobre sus órbitas.A pesar de la resistencia de unos cuantos teóricos a abandonar la hipótesis del planeta X, Standich concluye: "No hay necesidad alguna de hacer hipótesis sobre la existencia de un décimo planeta en el sistema solar". Brian G. Marsden, del Smithsonian Astrophysical Observatory, (EE UU) y jefe de la oficina internacional a través de la cual se hacen públicos los descubrimientos as tronómicos, ha expresado su satisfacción: "Estoy encantado de ver que, por fin, podamos enviar a descansar a este planeta X. A pesar de la insistencia de algunos astrónomos, nunca me lo he creído".

Descubrimientos

Durante años, muchos astrónomos han aceptado la existencia del décimo planeta como una hipótesis, porque el tipo de prueba que parecía apoyarla había conducido con anterioridad a descubrimientos fundamentales en astronomía: los de los planetas Neptuno y Plutón. La historia moderna de la búsqueda de planetas empezó en 1781 con el descubrimiento de Urano por el británico William Herschel.En los 60 años siguientes, los astrónomos estuvieron hechos un lío con el movimiento orbital de Urano, que primero parecía demasiado rápido y después demasiado lento, de acuerdo con las leyes de Newton de gravitación y movimiento. Los científicos finalmente concluyeron que las irregularidades de la órbita de Urano podían explicarse sólo asumiendo que un gran planeta desconocido estaba ejerciendo un tirón gravitacional.

Los observadores empezaron a buscarlo en la posición calculada por los teóricos y el 2,3 de septiembre de 1846, los astrónomos del Observatorio de Berlín descubrieron Neptuno. Pero incluso con la estimación de masa permitida para Neptuno, la trayectoria de Urano seguía pareciendo que se desviaba ligeramente de su órbita calculada, y se postuló la existencia de otro planeta por descubrir. Al buscar en el punto del cielo donde debía encontrarse, Clyde Tombaugh del Observatorio Lowell de Arizona (EE UU) descubrió el diminuto Plutón.

Pero Plutón era tan pequeño (su masa es sólo el 0,2% de la de la Tierra) que no podía justificar las irregularidades de Urano, por lo que empezó la búsqueda del planeta X, que ha continuado hasta ahora.

El análisis de Standish muestra que los cálculos tradicionales asumían una masa para Neptuno errónea en un 0,5%, según los datos obtenidos por el Voyager 2. La nueva masa de Neptuno explica la trayectoria de Urano.

Recientemente, se han descubierto dos pequeños cuerpos celestes a gran distancia del Sol, que podrían pertenecer al llamado cinturón de Kuiper, que albergaría restos de la formación del sistema solar y sería un nido de cometas de periodo corto. Pero la masa combinada de esos cuerpos tendría un efecto despreciable sobre los planetas.

Estrella compañera

Standish no explica, sin embargo, una incógnita que ha intrigado a los astrónomos en la última década: la posible existencia de una estrella compañera del Sol. En 1984, un grupo de científicos propuso que esta estrella, Némesis, se aproxima periódicamente a los confines del sistema solar lo suficiente como para arrancar cometas de la Nube de Oort, un hipotético cinturón de cometas de largo periodo.A estos cometas se deberían las periódicas extinciones masivas de especies que algunos paleontólogos creen se han producido en la historia de la Tierra.La teoría ha empezado a perder fuerza y Standish considera que, en cualquier caso, no afecta a sus conclusiones: "Si existiera Némesis estaría actualmente tan lejos, quizá a dos años luz de distancia, que no ejercería efectos gravitatorios sobre Urano", dice.

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