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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Elección en Camboya

LA PARTICIPACIÓN en las elecciones generales de Camboya fue tan masiva que sorprendió a sus propios organizadores. La violencia e intimidación registradas en la campaña electoral hizo temer una escasa afluencia y el consiguiente fracaso de la consulta organizada por la ONU para procurar unas bases mínimas de entendimiento y reconciliación en un país en permanente guerra civil.Esa abrumadora afluencia a las urnas -el 90% del electorado- ha sido uno de los escasos acontecimientos verdaderamente esperanzadores ocurridos desde que en- octubre de 1991 se rubricara en París la conclusión de una guerra civil de 13 años que ha puesto a Camboya al borde de su liquidación. Los jemeres rojos, una de las partes firmantes del acuerdo, lo incumplieron casi inmediatamente y han boicoteado la consulta democrática. Tampoco han respetado el alto el fuego ni el desarme de sus fuerzas, pese al compromiso asumido en la capital francesa.

El partido del Gobierno (CPP, Partido del Pueblo de Camboya) y el monárquico Funcinpec, ganadores en el escrutinio parcial de los votos, encuentran ahora la oportunidad de modificar sustancialmente aquel insensato rumbo y gratificar con generosidad la gran movilización camboyana en apoyo de la paz. Nada mejor para ello que aceptar los resultados electorales de una consulta que la ONU ha declarado "libre y justa", debatir el futuro nacional en los escaños del Parlamento y acordar allí la Constitución que necesita una: sociedad invertebrada política y socialmente.

Sobre la misión de la ONU en Camboya recaen parte de las responsabilidades derivadas del proceso hacia la normalización democrática del pequeño país indochino. El tutelaje in situ del organismo internacional termina en agosto, pero difícilmente sería admisible su retirada de Camboya sin haberse establecido antes, con ciertas garantías de solidez, el andamiaje de las nuevas estructuras políticas.

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Los camboyanos desafiaron amenazas de muerte, duelos artilleros próximos a los colegios electorales y superaron, con su presencia en las urnas, un aturdimiento fatalista e histórico. Lo hicieron porque la ONU estaba allí y garantizó su protección física y el secreto del sufragio.

Ahora, la permanencia de los jemeres rojos fuera de la legalidad, dominando con sus fuerzas militares ciertos sectores del país, es una amenaza seria para el nacimiento de la nueva democracia. La ONU no puede ignorar ese riesgo y debe prolongar su papel de mantenimiento del orden y de pacificación durante el tiempo necesario para que el nuevo régimen nacido de las urnas se consolide.

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