El debate interminable
Francamente, nos interesa mucho la política pero nos interesa más la salud. A la una de la madrugada, cuando se anunciaba el comienzo del capítulo sobre asuntos internacionales, nos sentíamos todos enfermos. Tendrían que darse cuenta, entre unos y otros, que la capacidad de atención tiene un límite y la posibilidad de decidir el voto, a medida que va creciendo la fatiga y el sueño, decrece considerablemente.El gigantesco despliegue de medios que Tele 5 afirmaba haber realizado para la transmisión del debate le tendría que haber permitido contratar a un mediano psicólogo social, aparte de haber imbuido a Mariñas, por muy superespectáculo de que se tratara, el sentido de la moderación. Había momentos en que las familias se daban paseos por el pasillo, mientras en los tabiques resonaban por séptima u octava vez los argumentos -¡y las cifras!- que se habían escuchado no sólo una infinidad de minutos antes, sino la misma semana anterior.
Al final, después de ese marasmo, las cosas se perdonan en virtud de su final. Ocurre siempre tras cualquier sesión fastidiosa una vez que se ha recuperado la cama o la libertad. Dejo de teclear un momento y todavía, son las dos menos veinte, se oye el sonsonete de Tele 5. No podremos olvidarlo nunca.
Tampoco los candidatos lo olvidarán. Tras las idas y venidas de la campaña después del flujo y reflujo de los caracteres, cada cual ha recuperado su punto de partida. Felipe recobró la personalidad presidencial y Aznar afirmó la repetida estampa mecánica o fotomecánica de sus carteles. Si el contraste hubiera durado menos, todos habríamos salido ganando. Así, ha ganado González, se ha quedado Aznar con su cargo de jefe de la oposición, para cuyo puesto no le faltan asesores, gestos de asco y sonrisas mordaces, y ha perdido Tele 5 que si ha demostrado su habilidad para vender bisutería diversa, no ha sabido sacar provecho del mejor tesoro que tenía en las manos. Ni siquiera fue capaz de informar sobre las reacciones del contrario en un debate donde no sólo se debía juzgar la oratoria sino la comunicación no verbal. ¿Cómo es posible que disponiendo, como se decía, de la tecnología más avanzada, en su profuso y desordenado preámbulo, no fueran capaces de partir la pantalla y dar cuenta de las reacciones gestuales del rival?
Con todo, González no sólo fue anoche más presidente, fue un personaje de mayor categoría humana. A su lado, en su enfrente, en la pomposa mesa de diseño superfluo, encerrados en la abusiva cámara de Terminator, se situaba un rival listo. Muy listo. Listo, en mi opinión noctámbula, para seguir estando donde está.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.