Pedigüeños en Europa
LA ÚNICA vez que el guante de Felipe González tocó la barbilla de José María Aznar durante el primer debate fue al afearle que le hubiese llamado pedigüeño, cuando luchaba por conseguir mayores "fondos de cohesión" para España.Es una pena que nuestro desconocimiento general de cómo funciona la Comunidad Europea (CE) y de lo que Europa tiene de positivo y de negativo para nosotros prestase verosimilitud a la queja del pedigüeño. Pero ni aquel comentario de Aznar hizo daño a nuestra negociación en Edimburgo, ni el PP tiene la culpa de que España pudiera convertirse en contribuyente neto a la CE, ni conviene a España recibir grandes ayudas de Europa.
González es un visionario defensor de ese tratado muerto que se firmó en Maastricht y de la idea de crear una federación europea. Para los socialdemócratas y los democristianos (largos nombres para serpentinos caracteres), la deseada federación centralizaría política y monetariamente a la Comunidad, pero compensaría a las provincias pobres con generosas limosnas, o como se les llama ahora, "fondos de convergencia": así las reciben Grecia, Irlanda y Portugal, y así las rogamos nosotros.
La situación es ridícula: nadie quiere ser contribuyente neto de la CE, todos quieren subvenciones de la CE. Pude ver en mi último viaje a Bruselas un mapa de Europa coloreado con las regiones subvencionadas: aquello parecía un anuncio contra el acné juvenil antes de la pomada, todo cubierto de las manchas amarillas, cárdenas y negras de las distintas ayudas, incluso en Alemania y Francia. Ahora, ni Alemania puede aumentar su contribución a la CE, pues ya tiene bastante carga con sus länder del Este (se empeñó en unificar las dos monedas y ahora distribuye más subvenciones que todas las del Plan Marshall).
En Edimburgo, González quiso marcarse un farol. Como a su inicio no conseguía bastantes fondos de convergencia para España, dijo que España vetaría la entrada de Finlandia, Suecia y Austria en la Comunidad, si no se accedía a sus deseos. El canciller Kohl es visceral: restalla de la energía que acumula engullendo pasteles de nata y chocolate y jarras de cerveza. Con un manotazo activó su micrófono: "¡Si González se atreve a vetar a los escandinavos, le retiramos todas las ayudas de convergencia!". De otro golpe de la mano apagó la comunicación. González hubo de arrugarse. Como decíamos en Castilla: "¡Una limosnita, por amor de Dios!". "¡Vaya usted con Dios, pedigüeño!". Le apagó el farol el canciller. España ha tenido que luchar tan denodadamente por librarse de ser contribuyente neta a la CE en un plazo muy breve porque Manuel Marín, persona limitada e hirsuta donde las haya, negoció mal nuestra entrada: nuestras contribuciones se ligaron principalmente a la recaudación por IVA, relativamente cuantiosa por el tamaño de nuestra economía, en vez de a nuestro PlB per cápita, que refleja nuestro atraso económico. Y luego, a pedir limosna.
Es grave error pensar que la forma de hacer progresar una región atrasada sea darle fondos de ayuda sin cuento. El desarrollo nace de la competencia, del comercio, de las dolorosas adaptaciones a las condiciones reales.
Si los limosneros tuviesen razón, la Comunidad más prometedora de España sería el Principado de Asturias: entre todos los españoles les hemos subvencionado la minería del carbón, las acerías y la producción de aluminio. Y ahora, a ver si unos cuantos fuleros van a decirnos que vienen los saudíes a sacarnos las castañas del fuego.
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