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Materiales de alta resistencia

Los candidatos aseguran que sus únicas pociones para aguantar la campaña son la política y algún vicio gastronómico

José María Aznar afronta cada nuevo día de campaña. después de haber consumido un desayuno algo reiterativo consistente en un zumo de naranja y dos naranjas. Es parte del régimen alimentario de "lípidos y léptidos", que, según indican sus más directos colaboradores, sigue el presidente del Partido Popular desde hace meses, dispuesto a mantener una alimentación equilibrada a toda costa. Otros dirigentes políticos, como el presidente del CDS, Rafael Calvo Ortega, ni siquiera necesitan zumos para sobrevivir a los rigores de las campañas y precampañas electorales. Es más, de acuerdo también con sus más directos colaboradores, su única droga es hablar de política, cosa que puede hacer durante horas sin sentir los efectos ni. del hambre ni del sueño.En el caso del máximo líder socialista, Felipe González, para quien. el tiempo vale mucho, las almendras, los cigarrillos rubios americanos y los puros Cohibas, siguen siendo sus estimulantes más preciados en la campana electoral. El coordinador general de Izquierda Unida, Julio Anguita, echa mano de los cigarrillos y de la siesta -"al estilo clásico, con pijama y orinal"- para superar los momentos de estrés. Mientras, el portavoz del partido ecologista Los Verdes, Francisco Garrido, ha desarrollado en estas fechas una pasión cada vez más intensa por la carne de membrillo, según sus propias palabras.

Éstos son algunos de los pequeños vicios confesables de varios de los primeros espadas que concurren a estos comicios para superar la agotadora prueba de fuerza física y psíquica que constituyen unas elecciones legislativas. Sus hombres de confianza niegan que haya nada más. Ni siquiera compuestos vitamínicos, ni pastillas para la garganta, ni por supuesto estimulantes o tranquilizantes de ninguna clase. Tan austera conducta despierta desconfianza, pero quizás todo estribe, como comenta el responsable de prensa de uno de los candidatos, en que "la verdadera droga. de un político está en las ovaciones que recibe, los autógrafos que firma, los vivas y hurras que le brindan, las fotografías de portada en que aparece, su presencia, en suma, en todos los medios de comunicación".

De acuerdo con esta teoría, al buen político le basta con un auditorio dispuesto a escuchar y a aplaudir sus aportaciones en el campo de la teoría política. o unas cuantas imágenes en televisión para sentirse recompensado de cualquier mala noche, viaje intempestivo o inauguración de valla publicitaria a altas horas de la madrugada.

Bien es verdad, que, sobretodo para los líderes de las formaciones ricas, las campañas electorales ya no son el sacrificio que eran antaño. Viajan como estrellas del rock en aviones privados, aunque sean de alquiler, más esclavos de la normativa aérea que del programa electoral.

El secretario general del partido socialista, Felipe González, de 51 años, se desplaza "en volandas" de un mitin a otro. Han quedado, muy atrás los tiempos en que compartía los asientos de un autobús junto a los periodistas. Ahora viaja casi siempre en avión y, pese a su veteranía política, sigue sudando copiosamente en todos los mítines. Algo que les sucede, aunque en menor medida, a la mayoría de los candidatos cuando se enfrentan a los focos y al delirio de sus seguidores.

Pendientes del pasillo aéreo

El equipo de José María Aznar, por su parte, vive pendiente del pasillo aéreo al que tiene que atenerse a toda costa el avión alquilado en que viaja, para poder aterrizar en el lugar deseado y a la hora fijada.

José María Aznar, de 40 años, que como recordó el jueves pasado en Vitoria es funcionario en excedencia de la Agencia Tributaria, viaja en el avión con su esposa, Ana Botella, y con dos o tres hombres de su máxima confianza.

Desde que dejó de fumar, su único vicio son los puros, "dos al día todo lo más", según los íntimos. Aunque su dieta, con la que ha logrado perder más de ocho kilos en los últimos meses, le permite comer de todo, Aznar sucumbe a veces al desconcierto y la falta de decisión. Es entonces cuando recurre al consejo de su esposa: "¿Qué tomo, Ana?" Su afición- por los tintos de su tierra vallisoletana es famosa.

Otro candidato aficionado a someterse a la disciplina de las dietas alimentarias es el número dos por Madrid del PSOE y juez de la Audiencia Nacional en excedencia, Baltasar Garzón. Su tendencia a ganar kilos de más le lleva a seguir diferentes regímenes de adelgazamiento de forma cíclica.

Poco amigo de demorarse en los placeres de la mesa es el coordinador general de Izquierda Unida. Julio Anguita detesta las comidas de trabajo, incluso con sus propios compañeros de formación, y prefiere almorzar en su domicilio y cuando ello no es posible por estar enfrascado en la prédica política, buscar cualquier restaurante o bar tranquilo donde saborear un menú de mil pesetas o unos huevos fritos con patatas. Para beber, opta por uno o dos vasos de vino, no más. Y después procura no perdonar una reparadora siesta, ya que suele permanecer despierto -paseando o leyendo- hasta bien entrada la madrugada.

Las dietas son algo que no necesita Rafael Calvo Ortega, de 57 años, sometido obligatoriamente a una dieta de tapas y pinchos en bares de aeropuerto debido al apretado programa de actos, no precisamente multitudinarios, que ha tenido el CDS durante la precampaña recién terminada. Su esposa, con la que comparte profesión -ambos son catedráticos de universidad- no le acompaña casi nunca a los mítines y actos públicos. Va con él, eso sí, su sobrino, el otro Rafael Calvo del Centro Democrático y Social. Calvo Ortega no fuma, bebe de vez en cuando una cerveza, y es capaz de dejar intacto un plato suculento, para desesperación de sus asesores, en aras de un buen discurso político ante los representantes de la prensa.

Estar en campaña

Meno,s interesado por la oratoria, aunque infatigable propagandista del programa y propuestas del Partido Popular, es su secretario general Francisco Álvarez Cascos. Este dirigente reconoce que no hay nada más apasionante para un político que estar en campaña electoral.

Ante el reto de llevar el mensaje de su partido por todas partes, Francisco Álvarez Cascos no repara en horarios, ni trayecto. Y confiesa, como muchos otros de sus adversarios políticos, que es capaz de dormir profundamente en cualquier parte, aunque al día siguiente le espere un debate en la televisión. Está claro, que la pasión política puede con todos los males. Incluso con el insomnio.

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