Ruidos en el teatro
No es fácil dirigir un teatro. Puedo aceptar, sin embargo, que existen otras tareas sin duda más difíciles. De forma que asumo toda mi responsabilidad por el motivo de la queja que el señor Esteban S. Barcia -en artículo publicado en EL PAÍS con fecha 6 de mayo de 1993- expresa sobre los molestos ruidos que, procedentes de nuestro bar, perturbaron su atención durante la representación de La gran sultana en el teatro de la Comedia, sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.Lo siento. No dispongo de tiempo para vigilar personalmente que la colocación de los vasitos de plástico en los que luego se sirve un té a los espectadores se haga con absoluto silencio. Las órdenes de que así sea están dadas, pro siempre puede producirse un accidente o distracción. No volverá a ocurrir. Acabo de cerrar nuestro pequeño bar y debo decir que lo he hecho con muchísimo dolor, porque esta decisión va a dejar sin trabajo a algunas per-
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